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miércoles, 15 de diciembre de 2010

HISTORIA DOS


Todo empieza cuando chico descubre una compañera de colegio, él 15 y ella también, o sea diferencia de madurez.

Obviamente los procesos de inicio son siempre bastantes parecidos, acercamiento, emociones, propuestas, rechazos, acercamientos, toques, palabras, propuestas, distancia, más toques, más palabras y así hasta que se ha cumplido todo el proceso de acercamiento, donde las palabras toman forma de declaraciones, propuestas y sobre todo expresiones de fuerte contenido emocional, que llevan a cambiar los toques por contactos dejando la distancia intermedia reducida a la nada.

Y es a partir de ahí cuando empieza para él el sufrimiento. Ella empieza a administrar de manera eficaz los toques, las presencias, las palabras y sobre todo los contactos. “…..No me llames, espera a que yo lo haga…..”. El espera con el teléfono en la mano todo el día, incluso pendiente en la noche, no lo apaga, “…..no vaya a ser que se le ocurra llamarme y si no contesto se molestará mucho….” y entonces hay riesgo de que rompa definitivamente.

Ella, “…. este fin de semana tengo muchas que hacer, no podemos quedar para salir…., pero si tú sales…..”. Y así un fin de semana, otro y otro.

Lo importante, de vez en cuando, de manera intermitente, una llamada, una sonrisa, un toque y nunca un contacto, aunque a él le parece que el toque le puede llevar a un contacto.

Entre un día y otro, van para año y medio, él intentando obtener una palabra, una mirada, un toque y ella, administrando la palabra, la mirada y el toque de manera intermitente en función de lo que quiere que él haga. Si me esperas media hora y si no te enojas, cuando nos veamos te sonrío, te hablo. Ese mensaje no es explicito, está implícito en la relación. Poco a poco ella va ganando toda la seguridad que él va perdiendo.

Ella refuerza su autoestima en la medida que él se debilita. Ella controla, él obedece con tal de obtener en algún momento una mirada, una sonrisa, una palabra agradable, son sólo críticas y reproches que es lo que recibe ahora, lo hace delante de los compañeros y compañeras. Ella es fuerte, se burla, él sufre, se calla, se humilla y de vez en cuando consigue algo de valor y le pide que no actúe con él de esa manera, ella lo niega, le sonríe y le recuerda que es muy susceptible y que no es así. Él se conforma y vuelta a empezar.

Año y medio, ella en dos oportunidades le ha dejado, él ha sufrido, ella le ha perdonado, donde no había nada que perdonar, y ha vuelto con él. Él feliz, convencido de que no debe volver a hacer lo que hizo, como pedirle un poco de tiempo juntos, ya que eso es un error, ella debe ser libre y estará con él cuando quiera, que él no puede forzar la situación, ahora es mejor demostrar más paciencia, no vaya que vuela a romper. Y rompió otra vez y otra vez él sufre y al final después de pedirle, implorarle, ella le hace un favor y vuelve con él. Ahora feliz, es claro que debe tener más paciencia y conformarse con lo que le da.

Intenta aceptarlo, comprender, pero algo no funciona, no se siente bien, a veces la odia desearía no estar pendiente de ella, pero es más fuerte su sentimiento o necesidad, sin ella no pude vivir.

Después vuelve a justificarla, durante un tiempo se calma, hasta la siguiente vez, que normalmente es cuando se establece alguna interacción con ella. Y vuelta al sufrimiento.

Los padres de él, no saben que hacer, cómo actuar ahora. Al principio, fue novedoso: “…nuestro chico ha crecido, está saliendo con una chica…”, se ocupa más de su apariencia de lo que hizo nunca. Nueva ropa, nueva imagen, nueva sonrisa, nuevas respuestas y nuevas preocupaciones.

Qué bien, está actuando con madurez, se ocupa y se preocupa. Nosotros apoyamos, le colaboramos, le orientamos y todos somos felices.

Después de un tiempo, algunos meses, vemos que no está bien, ha dejado de sonreír, comenta muy poco sus salidas, está más delgado, está cambiado, cada vez se ocupa más de su imagen, cada vez más tiempo en el ordenador, en el chat. Más tiempo en el teléfono, ha bajado su rendimiento escolar, si sigue así puede que no apruebe el curso. Están preocupados, hablan con él, y se compromete a estudiar y lo hace, con dificultad aprueba el curso, pero sigue sufriendo.

Verano con altibajos, alegría por una llamada o un encuentro, días obscuros, no le ve, no la escucha, no sabe de ella nada. Ella, llamadas breves, casi siempre con reproches y críticas, incluso aquello de “…tu madre me mira con mala cara…” , no creo que tus padres comprendan lo nuestro. Él no, que no han dicho nada, que les caes bien. Ella “….sí, eso te dicen, pero yo he visto unas miradas…. al final, es que no te conocen, pero cuando lo hagan te querrán como yo…”

Vuelta al cole, la cosa no parece que vaya a cambiar, los padres: “vamos a buscar ayuda” .

Entre otras cosas sobre el comportamiento humano, se les explica el valor e intensidad del “Refuerzo Intermitente”. Se asombran, lo comprenden y planifican un plan de ayuda, para que él “pueda cambiar el programa” y ganar confianza e independencia.

Lo primero, es que debe dejar de ser intermitente, por ahora es imposible que deje de ser refuerzo. Para eso vamos a invitarla a casa, a merendar, a cenar y si fuera posible a desayunar. Segundo, no opinamos nada, ni a favor, ni en contra, siempre amables y muy correctos. Que él vea una actitud positiva, que los padres estamos abiertos y dispuestos a estar con ella, no sólo cuando ella quiera, sino en todo momento. Si ella no quiere venir, no es por nosotros, sino por ella, “libremente”. Tercero, nos ocupamos fundamentalmente de sus estudios, sobre eso vamos a dirigir todos los esfuerzos y además ayudarle.

Tres semanas. Ellos han seguido con bastante sentido común las propuestas de acción, y poco a poco la situación ha ido cambiando. Él, empezó discutiéndole, no estoy de acuerdo, a mí me gusta la camiseta, estoy bien…. Y así paso del temor a decirle algo al no estoy seguro, creo que no está bien. Tiempo de distancia y alejamiento de él, pero no de ella. Cuando ve que le pierde, cambia de estrategia, ahora está cariñosa, dispuesta, cercana, muy cercana. Ha cambiado el diálogo, del “no si podremos vernos”, al “me gustaría mucho que vinieras a pasar el fin de semana en mi pueblo…”. Tremenda tensión para él, entre lo que debe hacer, partido su equipo de futbol juega, pregunta a sus padres qué les parece, ellos…”lo que tu consideres adecuado”, él “no estoy seguro si la quiero…” …Al fin no queda.

Ella muy insistente, “…si de verdad me quisieras deberías escaparte…”, “...te dejas influir mucho por la gente...”. Estás hablando de mis padres, no es cualquier gente. Discusión y respuestas que nunca había sido capaz de decirle o replicarle.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

UNA HISTORIA


Él, hace un poco más de 15 años, decidió apoyarla. Ella estudiaría y él contribuiría con su corto salario a que ella y el hijo recién nacido, estuvieran atendidos. Ser funcionario de organismo público, tiene eso, no es mucho, pero es seguro.

Ella estudiaba, él trabajaba y cuidaba del hijo. Ella iba a la universidad, él hacía las cosas de la casa, en las enfermedades del hijo, él pedía permiso, incluso se internaba con el hijo en el hospital, y estaba encantado de hacerlo, ”para qué tienes un hijo si no te dedicas a él”. Por supuesto ella colaboraba, él se sacrificaba.

El tiempo pasa, el hijo crece, él continua con la misma actitud y comportamiento, ella es inteligente termina los estudios con buenas notas y resultados. La contratan para hacer prácticas, y con ese primer ingreso, ella hace un crucero sola, necesita descansar y padre e hijo en casa están bien. Él comprende.

Un tiempo más, ella consigue un buen trabajo, ellos están contentos. Primera nómina de ella, le pide a él separación de bienes. Él acepta y firma. Desde ahora lo mío es mío y lo tuyo es tuyo. Ella gana en un mes lo que él en dos y medio. Pero lo tuyo es….

Pocos meses después ella decide separarse, él no entiende, desde el principio ha estado atento a todo lo que ella quiere y le ha dado todo lo que él ha podido. No comprende qué pasa, porque ahora que ha terminado la carrera, ahora que podrían vivir mejor…. ¡No sabe, no comprende que es justamente por eso!.

Llegan los papeles, la demanda de ella, él se defiende, busca ayuda. Teme perder al niño, ya tiene 5 años. Ahora comparte con él, y está pendiente, su vida es el hijo. Ella se fue de casa, tiene más recursos, puede contratar profesionales más caros, se supone, más eficaces. Al final después de varios meses, la juez da la sentencia. El hijo queda bajo la custodia del padre y se acuerdan las visitas y todas las cosas pendientes en un acuerdo.

Él está tranquilo y bien, ella recurre, no está de acuerdo. Pero las autoridades ratifican la decisión de la juez. Él con más tranquilidad y con ayuda profesional trabaja responsablemente en la educación y formación de su hijo.

Varios años, hijo buen estudiante, él, padre dedicado a su educación, excelente ambiente en casa, comunicación directa y comunicación clara. Todo fluye con facilidad y armonía. La madre alguna vez ha ejercido su derecho de fin de semana, ha estado muy ocupada desarrollando su carrera. Ahora es un personaje importante. Excelentes condiciones económicas. El hijo no se encuentra a gusto en casa de la madre, “…está enfadada todo el tiempo y está criticando todo lo que hace papá...”, el padre insiste en que debe ir, es su madre.

Con esas disrupciones, la vida continua más o menos tranquilamente, hasta que al inicio de la adolescencia, la madre hace un escrito al juez, para tener la custodia de su hijo…… Nuevos papeleos, interpelaciones, evaluaciones y un sin fin de cosas. Al final, teniendo en cuenta la edad del hijo, se le pregunta y él de manera categórica afirma que quiere quedarse con su padre.

Aparente final de esta ronda, al poco tiempo la madre vuelve a atacar, -es fácil pensar que sus conocidos tal vez digan, ”¿porque tú no tienes la custodia de tu hijo, cuando ha sido siempre así, los hijos se han quedado con sus madres, qué ha sucedido para que una juez se la haya dado al padre?” Evidentemente nadie valora al padre, tan sólo observan los posibles errores de la madre.

Y vuelve a la carga.

Esta vez, hace cumplir las visitas, está pendiente del hijo, hay cambio de estrategia, ya es un adolescente, le compra cosas, la mayoría de veces que vuelve a casa del padre, lleva un bolsa con algo comprado por la madre, ropa, cosas, además de salir a sitios varios. Este primer ataque diferente no cambia la actitud del hijo. El padre observa con incertidumbre lo que está sucediendo, pero todavía: “mamá cree que me puede comprar, si cuando estamos en su casa, sigue gritándome y dice que por tu culpa estoy así”, …él es muy permisivo contigo, claro y yo tengo que ponerte las reglas, a mi me toca la peor parte.…” Pero no quiero ir con ella.

La madre recurre a las instituciones oficiales, para convencer al hijo. Citan al padre y le presionan para que “permita que el hijo vaya a visitar o pasar el tiempo con la madre”, él explica que nunca se opuso y que al contrario los únicos disgustos que han tenido, están relacionado por su insistencia de que vaya a visitar a su madre, a que cumpla las visitas, y cosas así. Las profesionales “no creen… hacen del tema causa de género” y empiezan una serie de entrevistas con el padre y con el hijo, para que “se lleve bien con la madre”. Al final la opinión del hijo se toma en cuenta. ”Quiero seguir con papá”.

Él busca comprender, saber lo que está sucediendo, se le advierte de la edad del hijo y de lo vulnerable que puede ser a “regalos” y a la satisfacción de los caprichos. Él acepta y mantiene el orden, insiste en su método. Habla con el hijo, orienta e insiste en las responsabilidades, no sólo de estudio, también las de casa, poner la mesa para la cena, recoger la habitación y algunas cosas más que siempre se han hecho. Con altibajos, con tensiones pero funcionando, la convivencia es aceptable, hasta antes del verano.

Primavera, la madre cambia de estrategia, no fuerza, ahora regala y escucha. Salen a varios sitios, les acompaña el nuevo novio de ella, que establece buena relación con él. Es divertido y le escucha, le regalan cosas, le llevan a sitios interesantes, viajes de fin de semana, espectáculos, teléfono móvil y sobre todo ropa ‘de marca’.

La estrategia va produciendo efecto. “Papá tu eres pobre, no como mamá… su novio es divertido y me permiten… porque no eres como ellos…”, para al final “prefiero ir a vivir con ellos, me lo paso mejor”. Fuerte tensión en casa paterna, cuando es hora de acostarse, de cortar con internet, poner la mesa, hacer los deberes y esas cosas. A la adolescencia se le añaden los regalos, los viajes, las salidas y más…

A finales del invierno pasado, el hijo le pide al padre que le gustaría irse a vivir a otra ciudad, ya que no está a gusto en esta. Al padre le parece bien e inicia un trámite, en su trabajo para poder ir a trabajar a otra ciudad. El trámite es laborioso y complejo, no solo deben darle permiso aquí, sino que deben estar de acuerdo allí y además es un intercambio, alguien debe venir, para poder irse y además el jefe de allí, debe finalmente estar de acuerdo, en fin que empieza el trámite y tendrá noticias más adelante, posiblemente después del verano tendrá la respuesta.

El verano llega y aumentan las tensiones, “…papá aquí somos muy pobres, deberías ver la casa de mamá… mamá me deja estar hasta tarde en el ordenador, tu eres…” y suelta un montón de improperios, se le ve enfadado y sobre todo muy frustrado, a la menor oportunidad, por ejemplo cuando vuelven del pueblo, va directamente a casa de su madre…

En el momento actual, el traslado de puesto de trabajo está concedido, pero el hijo ha decidido que no va, “ ¡que voy a hacer en otra ciudad, si mis amigos están aquí, además no quiero alejarme de mamá…, etc.” argumentos. El padre ha decidido que si eso es lo que quiere que se quede con su madre, está dispuesto a buscar un acuerdo y renunciaría a la custodia, porque tiene claro que si el hijo es lo que quiere, él va a respetarlo.

Le hubiera gustado, ya que fue él quien lo pidió, mudarse a la otra ciudad con él, pero está dispuesto a empezar otra vez, una nueva vida. Qué se la va hacer…

CONCEPTOS, REFLEXIÓN O ANÁLISIS

Lo esencial está relacionado con lo que sucede en cada momento.

La relación con eventos reforzantes o estimulantes, va moldeando el comportamiento, esa relación, de manera directa, se ve influenciada en la forma en que las personas establecen su relación con el medio, y cuando decimos medio, no sólo son cosas, sino fundamentalmente personas, de relación interpersonales.

Sí, mamá ahora, es verdaderamente capaz de administrar el refuerzo sobre aquellos comportamientos que hacen que su hijo esté más cerca de ella, lo conseguirá con relativa facilidad, más aún teniendo en cuenta el nivel de adolescencia del chico. Donde existe un exigencia de inmediatez casi sobre todo.

A eso se le debe añadir el valor de la intermitencia dentro de la administración de los refuerzos, a veces si, a veces no. Puede que a veces sea una cantidad de tiempo transcurrido y otras otra. Lo importante es que obtenga refuerzos por aquellos comportamientos que le acerca a la vida y estilo de la madre.

Pero paralelamente ese tipo de dirección, debido al esquema y valores educativos del padre, le aleja de él. Al final son dos estilos de vida diferentes.

El hijo al final, a medida que pase el tiempo deberá aprender a ver las cosas con perspectiva. Y ser capaz de comprender las acciones de cada uno de sus progenitores en relación con lo que a su vida le han aportado.

Dentro de la educación y formación de nuestros hijos, y directamente dentro de la relación interpersonal, es decir padre – madre, madre – hijo, hijo – padre, etc, tiene mucha importancia el intercambio continuo de reforzadores. Es decir, en tu presencia, ¿qué sucede cuando hago algo?. Cuál es la relación de Consecuencias que mantenemos dentro de la relación. Que haces tú cuando yo hago algo y la vez qué hago yo cuando tú haces algo? Si lo que obtengo tiene que ver con satisfacción de necesidades o simplemente con elementos de placer, ayudara a que vuelva a hacer lo mismo. Lo que es gratificante, lo que me refuerza y a su vez lo que te gratifica y es reforzante, marcará la base de un tipo de interacción.

Y no debemos olvidar que: “el intercambio de conductas es un aspecto importante de la educación y formación…

viernes, 22 de octubre de 2010

NUESTROS MONOS


Pienso que en mi vida hay monos, muchos monos.

Son todos aquellos miedos, temores o inseguridades que de alguna manera están en mi vida, forman parte de ella. Ciertamente los años han ido reduciendo notablemente el número de monos, pero todavía quedan algunos.

Hay monos pequeños, que están siempre a mí alrededor, se mueven, lo desordenan todo y hacen mucho ruido. Esos monos pequeños van desapareciendo; de vez en cuando me enfrento a uno, lo atrapo y lo elimino. Como por arte de magia, si te enfrentas a un mono y le atrapas, éste inmediatamente deja de existir, …..desaparece.

Normalmente, empiezan siendo monos pequeños, inofensivos incluso hasta casi divertidos pero, de alguna manera, les voy alimentando, les permito crecer hasta que ya no son tan inofensivos. Pasan de ser divertidos a peligrosos y terroríficos.

A veces ese mono llega a ser lo suficientemente grande que me impone “respeto” y entonces no me atrevo a enfrentarme con él. Ese “monazo” condiciona mi vida, mis actividades, mis afectos, en fin casi todo y por lo tanto dejo de ser una persona libre, en el mejor sentido de la palabra.

También en algún rincón hay uno grande, un verdadero King Kong, está quieto, agazapado y no quiero ni mirarlo, no vaya a ser que reaccione. Ese es el supermiedo, está ahí, sé que existe, sé que está ahí y que quizás algún día, cuando pase el tiempo logre enfrentarme con él o simplemente al no alimentarlo deje de existir.

Lo malo es que, como mal inevitable, los incorporo a mi vida, A veces puedo llegar a la conclusión de que tienen que estar ahí y me convenzo de que es así, tiene que ser así.

Los monos, pueden ser simples; miedo a caerse, a perder, a que me engañen, me humillen o a cosas cotidianas, también los hay complejos; miedo a que mis hijos fracasen, y terminen metiéndose en dificultades, o a no ser capaz de conseguir metas que me propongo.

Lo peor es cuando alguien de mi entorno, mi jefe o alguien de mi familia, amenaza con despertar algunos de los monos “importantes” que me rodean. Entonces para evitar que ese mono empiece a moverse, soy capaz de hacer o darle a esa persona lo que sea con tal que no active mi mono. Y así esa persona, ya sea deliberadamente o no, tiene control sobre mis monos, y por lo tanto empieza a controlar mi vida, o varios aspectos de ella. Mal asunto.

También puede suceder que, alguien ponga en mi hombro algunos de sus monos, y entonces, y de pronto, sin proponérmelo, tengo uno más. El otro, cree que se libra de uno poniéndolo en mi vida (por supuesto algunas veces yo también hago eso). En realidad no es más que una ilusión, porque no me libero del mono, lo que hago es duplicarlo, ahora ya hay dos monos iguales, con diferente dueño.

La vida en sí “nos regala monos”, pero también nos va dando recursos para enfrentarnos y acabar con ellos. Para poder vencerlos el primer paso es reconocerlos, reconocer que existen y que están condicionando mi vida.

Ahora tan sólo quiero pedir que a esta metáfora nuestro lector le ponga ejemplos ilustrativos que le ayuden a conocer sus monos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

LA HABILIDAD DEL JUNCO


A la orilla de un río, un roble fue derribado por una tormenta y, arrastrado por la corriente, una de sus ramas se encontró con un junco crecido en un juncal cerca de la ribera. El impacto produjo un gran desconcierto en el roble que no pudo evitar preguntarle al junco cómo había logrado mantenerse sano y salvo, en medio de una tempestad que, por su furia, incluso había sido capaz de arrancar de raíz un roble. "El por qué", dijo el junco, "consiste en que yo logro mi seguridad mediante una habilidad opuesta a la tuya: en vez de permanecer inflexible y testarudo, me adapto ante las ráfagas del viento y no sucumbo".

¿Eres árbol o junco?

EL JUNCO:
Estrategia básica: Ser flexible.
Ventajas: Pocas necesidades vitales y adaptación.
Inconvenientes: Vulnerable ante múltiples amenazas.

EL ÁRBOL:
Estrategia básica: Ser fuerte.
Ventajas: Resistencia a múltiples amenazas.
Inconvenientes: Sin flexibilidad, con lo que un ataque en su punto débil, con la fuerza necesaria, puede destruirlo; además tiene muchas necesidades vitales.

No hay una estrategia única que asegure tu supervivencia, habrá que asumir las ventajas e inconvenientes de cada una. Así, aprovechamos al máximo las ventajas que te da la elección y prepararse seriamente para contrarrestar los puntos débiles, para que cuando aparezcan las circunstancias adversas, asegurar la existencia.


miércoles, 28 de julio de 2010

PENSAR EN OTROS


"Otra cosa que me parece evidente es que desde el momento en que alguien solo piensa en sí mismo, el foco de toda su realidad queda reducido a su persona y, como consecuencia de ese enfoque limitado, cualquier pequeña molestia puede parecer desproporcionada y causar temor, inquietud y un sentimiento de desdicha abrumadora. No obstante, desde el momento mismo en que alguien piensa en los demás con afecto, su perspectiva se ensancha y sus problemas le parecen insignificantes. He ahí la diferencia. "

DALAI LAMA

lunes, 28 de junio de 2010

LA FÁBULA DE LA OSTRA Y EL PEZ: Una metáfora de la comunicación


Un pez que habitaba las aguas de un fondo marino quedó prendado de una ostra por la belleza de su comportamiento. Movía las valvas de una manera tan suave y armoniosa que suscitaba admiración y deseos de acercarse y conocerla. Así le ocurrió al pez, pero sus deseos eran tan intensos e irrefrenables que se acercó de una manera impulsiva. La ostra se asustó y reaccionó cerrándose al instante. El pez quedó sorprendido ya que no pretendía hacerla daño alguno. La rogó que abriera sus valvas, la imploró mil veces e intentó de mil maneras de abrirla pero todas terminaron en fracaso: la ostra más y más intensamente se cerraba. El pez buscó ayuda y consejo en otros peces del lugar que tenían experiencia en abrir ostras. Estos le ayudaron a comprender que el acercarse de una manera brusca y sin miramientos, aunque sus intenciones fueran buenas, produce tanto miedo en las ostras que se cierran de manera refleja. Y si además, trata de imponer su presencia y llega a forzarlas para que se abran, estas llegan a cerrarse tan intensamente que no hay nadie que llegue a abrirlas. Las ostras son seres tan sensibles y orgullosos de su intimidad que no consienten comunicarse con nadie si ellas previamente no lo deciden. Le aconsejaron que no les imponga su presencia, que se acerque a ellas de una manera suave, que intente conocerlas escuchando y observando el movimiento de sus valvas, que trate de imitar sus movimientos y sus reacciones hasta suscitar en ellas el deseo de comunicarse con él. Si lograba que las ostras se sintieran libres para decidir por sí mismas si conversar con él o no, habría logrado lo más difícil, y lo más útil también para que las ostras compartieran sin temor alguno sus bellezas e intimidades. El pez puso en práctica estos consejos y consiguió al final disfrutar de la belleza y compañía de las ostras.

Si se desea una recreación más extensa de esta fábula puede consultar en Costa y López (1996).

viernes, 28 de mayo de 2010

TÚ ERES LO QUE DICES II


Seguimos con el tema del LENGUAJE, en el libro “Tú eres lo que dices” Budd nos explica cómo el cuerpo ‘aprende’ a través de la palabra y cómo lo que él llama “los diez virus del lenguaje” perjudican la salud.
Estos virus lingüísticos son realmente fallos en la comunicación, pero Budd los denomina así porque atacan las relaciones, alteran las estructuras de los individuos que establecen esas relaciones y generan insatisfacción y malos humores. Es decir, los virus del lenguaje no sólo producen ineficacia y roces entre las personas, sino también estados de ánimo negativos; por eso es importante detectarlos y modificarlos. Los explicamos:

1. NO TE PIDO NADA.
A menudo las personas creen que quieren o necesitan algo de otra persona, pero no formulan una petición; puede que se quejen interiormente o ante otros, pero aún así no hacen peticiones. ¿Por qué? porque es doloroso para nosotros que nos rechacen. En realidad una negativa a una petición no es más que eso: una negativa a la acción solicitada, no un rechazo a la persona.

2. “DEBERÍA VENIR CONMIGO”. Vivir con expectativas no comunicadas.
Hay veces que la persona vive en un mundo de “deberías” y expectativas que en realidad son peticiones no expresadas. Mantenemos conversaciones privadas con nosotros mismos sobre lo que otras personas deberían y no deberían hacer, pero no hacemos peticiones abiertas y manifiestas a esas personas. Y cuando no hacen lo que nosotros esperamos, nos sentimos decepcionados, resentidos y enfadados. Pero lo cierto es que esa persona puede que ni siquiera sepa lo que se esperaba de ella.

3. POR FAVOR, ¿PODRÍAS HACERME UN CAFÉ? (¿con leche? o ¿solo?) Hacer peticiones poco claras.
Muchas veces hacemos peticiones poco claras pensando que los otros saben lo que queremos, pero lo cierto es que los otros no ven el mundo como uno mismo. Por eso, para que la relación tenga éxito, las peticiones deben ser exactas y detalladas, aumentando así la posibilidad de satisfacción mutua.

4. ¡AYÚDAME CON EL INFORME! No observar el tono de la petición.
Algunas personas hacen las peticiones como si fueran exigencias, o por el contrario, como las haría un mendigo. Cuando hacemos peticiones no solemos ser conscientes de que el tono de nuestras palabras afectan al oyente como las palabras mismas. Si nos mostramos exigentes, la gente podría rechazar nuestras peticiones, o podría hacernos promesas al sentirse intimidada.

5. VALE, TE PEDIRÉ CITA (¿para qué día? ¿a qué hora?...). Prometer incluso cuando no se tiene claro lo que se ha pedido.
A veces una persona cree saber lo que se espera de ella, así que empieza una actividad, pero a medida que avanza su falta de claridad se pone de manifiesto provocando ansiedad, y cuando no consigue producir el resultado deseado, también desconfianza en la otra persona. Para evitar esta situación lo mejor es preguntar y aclarar aquello que no haya quedado claro.

6. SI, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ... No rehusar las peticiones.
Algunas personas dicen que sí a todas las peticiones. Hemos sido educados para complacer a los demás. Creemos que así somos “buenas” personas y que es “malo” decir que no. Esta creencia es destructiva porque la persona se encuentra sobrecargada de promesas que muchas veces no podrá cumplir o haciendo muchas cosas que no quiere hacer, generando ansiedad y desgaste.

7. AUNQUE SE LO HE PROMETIDO, NO IRÉ. Faltar a las promesas.
Cuando hacemos una promesa nos comprometemos a realizar una acción futura y creamos una expectativa en la otra persona. La confianza es la valoración que hace la otra persona de que cumpliremos la promesa, así es que ésta confianza hay que cuidarla para seguir manteniendo una relación sana.

8. DIOS EXISTE. Tratar las valoraciones como si fueran la verdad. Si tratamos las valoraciones como si fueran la verdad, surgirá el conflicto. Vivir con los demás con respeto y dignidad debe incluir la idea de que la gente tiene la libertad de tener sus propios criterios.

9. NO SÉ EL MOTIVO, PERO NO ME GUSTA. Hacer afirmaciones sin un fundamento riguroso. Es bueno utilizar argumentos para emitir nuestros juicios. Las personas que hacen valoraciones sin rigor no suelen ser tomadas en serio y dan impresión de inseguridad.


10. SERÉ UN BUEN PROFESIONAL. Hacer declaraciones fantásticas. Cuando hacemos este tipo de afirmaciones, damos por supuesto que ocurrirá por sí sola. Lo más adecuado es movilizarse en la búsqueda de los propios objetivos.

De estos diez virus lingüísticos podemos concluir realmente que “lo que dices es lo que eres” y que las acciones lingüísticas tienen un profundo efecto en la vida y en la salud, es decir, las palabras afectan al cuerpo.

viernes, 30 de abril de 2010

“TÚ ERES LO QUE DICES”


PALABRAS. ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Cómo las utilizamos? El otro día me puse a releer el libro del doctor Budd en el que presenta un eficaz programa, científicamente probado, donde se combinan ideas antiguas y modernas sobre el comportamiento humano, neurofisiología, lenguaje y espiritualidad; todo dirigido a llegar a los “Caminos del bienestar”.

Uno de los principios fundamentales es que somos lo que decimos: nuestras palabras juegan un papel esencial a la hora de determinar nuestra salud, es decir, a partir de lo que decimos y sobre todo de lo que nos decimos a nosotros mismos nos provocamos unos estados de ánimo, unas actitudes que van a determinar nuestra forma de ser, de actuar... Así como nuestra biología, experiencia, sociedad, cultura y familia influyen en nuestra conducta, el lenguaje ocupa un papel muy importante:

- Nos permite ordenar y clasificar el mundo.
- Es la base sobre la que se construye la vida humana, sobre la que elaboramos nuestras interacciones y hasta nuestro concepto del ser.
- Nos ofrece la posibilidad de crear procesos nuevos.
- Nos permite tener conciencia de nosotros mismos y de los demás.
- Crea la confianza, la intimidad y el sufrimiento.
- La competencia en el uso del lenguaje nos aporta más satisfacción, alegría en el vivir.
- Cuando la gente cobra conciencia de su comportamiento en el terreno lingüístico, alcanza mayor eficacia, mayor satisfacción y mejor humor.

miércoles, 17 de marzo de 2010

LA IMPACIENCIA

Reproducimos parte de un artículo de El País titulado LA IMPACIENCIA NO SIRVE PARA NADA que nos ha parecido muy interesante.

Querer acelerar el ritmo de los acontecimientos es una distorsión de nuestra mente. La clave para cambiar consiste en aprender a disfrutar el momento presente.
Me gusta que las cosas sucedan cuando yo quiero". "Odio que me hagan perder el tiempo". "Mándame el informe urgentemente". "¡Hay que ver qué lenta es la gente!". "Ya va siendo hora de que cambien las cosas". "¡Date prisa, que llegamos tarde!". "¡Lo necesito ahora mismo!". "¿Por qué no me ha llamado todavía?". "¡Me muero por que sea viernes!". "No soporto que me hagan esperar".
Si le resulta muy familiar alguna de estas afirmaciones, seguramente conocerá bien qué es la impaciencia. Pero no se preocupe. Es una distorsión psicológica que tiene cura. Tan sólo basta comprender que es inútil. No sirve absolutamente para nada. Por más que nos quejemos, enfademos y lamentemos, las cosas van a seguir yendo a su ritmo, tal y como lo han estado haciendo y lo van a seguir haciendo siempre.
Y no sólo eso. Es muy perjudicial para nuestra salud emocional. Cada vez que nos invade la impaciencia es como si tomáramos un vasito de cianuro, vertiendo veneno sobre nuestra mente y nuestro corazón. Eso sí, a pesar de que vivimos en una sociedad que premia y ensalza la velocidad y la inmediatez, desprenderse del hábito de "querer las cosas para ya" es posible. Todo se reduce a un simple cambio de actitud.
EL VENENO DE LA PRISA
"Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible la felicidad" (san Agustín)
Imagínese que está al volante de su coche, conduciendo tranquilamente por una calle de un solo carril. De pronto se forma una inesperada caravana. Aunque usted no puede verlo, parece que un camión se ha detenido unos cuantos metros más adelante para realizar una descarga. Pasan los segundos y usted sigue sin poder avanzar. Poco a poco empieza a ponerse nervioso. Echa un vistazo a su reloj y suelta un tedioso resoplido.
Al poco rato comienzan a sonar los primeros bocinazos. En medio de aquel insoportable ruido, finalmente pierde la paciencia y, harto de esperar, se suma a la protesta y toca varias veces el claxon con rabia.
Al cabo de un rato retoma la marcha, impotente y molesto por lo sucedido. Puede que usted no sea consciente, pero las emociones negativas que ha creado mientras apretaba el claxon con fuerza le van a acompañar el resto del día. ¿Y todo ello para qué? ¿Acaso su impaciencia le ha servido para acelerar la descarga realizada por el camión? ¿Realmente cree que el conductor ha tardado más de lo necesario aposta sólo para fastidiarle? Lo paradójico es que la impaciencia sólo le ha perjudicado a usted.
LA RAÍZ DE LA IMPACIENCIA
"Lo que causa tensión es estar 'aquí' queriendo estar 'allí', o estar en el presente queriendo estar en el futuro" (Eckhart Tolle)
Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué somos impacientes? Aunque parezca mentira, ninguno de nosotros elige tomar esta actitud cuando la vida no se ajusta a nuestros planes. Por el contrario, la impaciencia surge mecánica y reactivamente de nuestro interior cuando vivimos de forma inconsciente. Se trata de un efecto, un síntoma, un resultado negativo que pone de manifiesto que la mirada que estamos adoptando frente a nuestras circunstancias es errónea.
Si volvemos al ejemplo del atasco de tráfico anterior -que puede ser extrapolado a cualquier otra situación cotidiana-, nos damos cuenta de que nuestro malestar surge al poner el foco de nuestra atención en el denominado "círculo de preocupación". Es decir, en todo aquello que no depende de nosotros, como que el conductor del camión realice la descarga más rápidamente. Y al no poder hacer nada al respecto, nos invade la impotencia, y con ésta, el agobio, el enfado y la lamentación.
Sin embargo, el camión tiene todo el derecho de pararse y realizar la descarga, de igual manera que nosotros también detenemos nuestro coche a veces, haciendo demorar a otros conductores. Si nuestro día a día no es más que un continuo proceso repleto de otros necesarios para que todos podamos completar nuestras actividades personales y profesionales, ¿dónde está el problema? ¿Por qué es tan difícil adaptarse a lo que sucede?
EL ARTE DE VIVIR DESPIERTO
"Si no hallas satisfacción en ti mismo, la buscas en vano en otra parte" (François de la Rochefoucauld)
La respuesta se encuentra dentro de nuestra cabeza. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos a nosotros mismos un cierto malestar, significa que estamos interpretando los acontecimientos externos en base a una creencia limitadora: que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento, sino en otro que está a punto de llegar. O, dicho de otra manera: como creemos que no podemos estar a gusto en medio de un atasco, deseamos que éste termine de inmediato para poder llegar a nuestro destino, donde sí podremos gozar de nuestro bienestar.
Sin embargo, funcionar según esta falsa creencia revela una verdad incómoda, que suele costarnos bastante aceptar: la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Porque si lo estuviéramos realmente, no tendríamos ninguna prisa en que el camión (o cualquier otra persona, cosa o situación) avanzara a una velocidad mayor de la que lo está haciendo. Ni siquiera aparecería la prisa, pues ya sabríamos de antemano que no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos sucede.
Lo cierto es que sólo a partir de un estable bienestar interno podemos empezar a relacionarnos con nuestras circunstancias de una manera más consciente, pudiendo tomar la actitud y la conducta más convenientes en cada momento. A esta capacidad, los psicólogos y coachs contemporáneos la llaman "vivir despierto". Al darnos cuenta de que no podemos cambiar lo que nos sucede, sí podemos modificar nuestra actitud, centrándonos en el denominado "círculo de influencia". En el caso del atasco, implicaría respirar profundamente, poner la radio, cantar, pensar en positivo y otras acciones que dependieran por completo de nosotros.
De esta forma nos ahorraríamos la desagradable compañía de la impaciencia, un huésped que de tanto visitarnos termina por instalarse indefinidamente en nuestro interior. Eso sí, para adoptar esta actitud más constructiva es necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que conforman nuestra vida tienen su función y su tempo. De ahí que, por más que intentemos acelerarnos, siempre terminaremos chocando una y otra vez con esta inmutable verdad, causándonos por el camino la experiencia del malestar.
LA VIDA TIENE SU PROPIO RITMO
"El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla" (Lao Tse)
Cuenta una historia que un hombre paseaba por el campo, aburrido, sin nada qué hacer. De pronto se encontró un capullo de mariposa y decidió llevárselo a casa para distraerse un rato, viendo cómo ésta nacía. Tras veinte minutos observando la crisálida, empezó a notar cómo la mariposa luchaba para poder salir a través de un diminuto orificio.
El hombre estaba realmente excitado. Jamás había visto nacer a una mariposa. Sin embargo, pasaron las horas y allí no ocurrió nada. El cuerpo del insecto era demasiado grande, y el agujero, demasiado pequeño. Impaciente, el hombre decidió echarle una mano. Cogió unas tijeras y, tras hacer un corte lateral en la crisálida, la mariposa pudo salir sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
Satisfecho de sí mismo, el hombre se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y arrugadas. El hombre se quedó a su lado, esperando que en cualquier momento el cuerpo de la mariposa se contrajera y desinflara, viendo a su vez crecer y desplegar sus alas. Estaba ansioso por verla volar.
Sin embargo, debido a su ignorancia, disfrazada de bondad, aquel hombre impidió que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha y el esfuerzo de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran sus alas para fortalecerlas lo suficiente antes de salir al mundo y comenzar a volar. Su impaciencia provocó que aquella mariposa muriera antes de convertirse en lo que estaba destinada a ser.
LA FILOSOFÍA DEL 'AQUÍ Y AHORA'
"Bendito regalo es este al que llaman presente" (Sebastian Skira)
Más allá de comprender que todos los procesos que forman parte de nuestra existencia tienen su propio ritmo, despedirse de la impaciencia también implica descubrir que lo que necesitamos para ser felices ya se encuentra en este preciso instante y en este preciso lugar. De hecho, es imposible hallarla en ningún otro momento ni en ninguna otra parte.
Aunque se ha repetido hasta la saciedad, los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser víctimas y esclavos de esta negligencia. Así, el pasado es un recuerdo y el futuro es pura imaginación. Lo único que existe de verdad es el presente, que es el espacio y el tiempo donde podemos recuperar el contacto con nuestro bienestar interno. Aunque no nos lo parezca, ahora mismo todo está bien. Todo está en su sitio, tal y como tiene que ser. El problema lo crea nuestra mente cuando no acepta lo que hay, tratando de cambiar lo externo, que no depende de nosotros, y posponiendo nuestra propia transformación, que sí está a nuestro alcance.Algunos coachs especializados en desarrollo personal proponen que la próxima vez que nos invada la impaciencia nos preguntemos: "¿Qué es lo que no estoy aceptando? ¿Qué le falta a este momento? ¿De qué manera lo que está sucediendo me impide ser feliz? ¿Qué prisa tengo? ¿Qué voy a hacer luego?". Al analizar las respuestas, concluimos que desear que llegue un futuro imaginario suele ser una consecuencia de no estar en paz con nosotros mismos en el presente. Aprendemos a fluir cuando comprendemos que la realidad siempre es aquí y el momento siempre es ahora.

lunes, 1 de febrero de 2010

MI PLANETA Y LA CULTURA DEL ESFUERZO


Después de concluir en la universidad un curso y por aquellas situaciones que nos tocó vivir, es que me veo en la obligación de escribir esta nota sobre el esfuerzo.

Una alumna, escribía que era muy injusto que se le suspendiera. Afirmaba que no había asistido (por el tipo de aprendizaje es obligatoria la asistencia), que no había presentado los trabajos de análisis conceptual que debía hacer, señalaba que no había tenido tiempo para hacerlos, pero eso sí, el tema del curso le interesaba mucho. Insistía que era injusto, y que deberíamos revisar su calificación.

Simplemente quería “aprobar”, no estaba dispuesta a trabajar por ello, lo pedía, mas bien lo exigía. Establecía una nula relación entre resultados y esfuerzo.

Ese hecho me obligó a pensar sobre el tema del esfuerzo, en relación a lo que sucede en Mi Planeta. Me ha parecido que es obligatorio decir algo. Ahora y en el momento que estamos viviendo este tema nunca me ha parecido tan importante.

En mi plantea, durante el largo camino hacia el desarrollo, los primitivos habitantes tuvieron, imagino que como mucha otra gente, que trabajar mucho, dedicarle muchas horas a la tierra o a lo que sea, para poder obtener algún resultado. Muchas horas de espaldas dobladas, para conseguir algo de comida, muchos esfuerzos y privaciones para conseguir algunos resultados, como ropa, agua y cosas básicas.

Lo esencial es que los hombres y las mujeres, sabían que tenían que esforzarse, para conseguir algo de lo que necesitaban. Y esa idea fue asumida como buena, incorporaron el esfuerzo como mecanismo importante de crecimiento y supervivencia. Y así entre resultados positivos conseguidos con esfuerzo, entre fracasos no deseados, pero igualmente asociados al esfuerzo, se fue creando una especie de “cultura” del esfuerzo. Al final todo el mundo tiene claro que puedes crecer, e ir donde quieras, conseguir lo que deseas, etc., pero te lo debes ganar. Tendrás, en el mejor sentido de la palabra, que trabajar por ello.

Esta “cultura” del esfuerzo, enraizó de manera firme en todos los aspectos de la vida de la gente de mi planeta. Y tanto en lo personal, como en cualquier tipo de organización, social, familiar, educativa, laboral o simplemente lúdica, se construía en base al esfuerzo.

Esa cultura del esfuerzo, fue aportando más cosas y al final funcionó. Nos fuimos haciendo ricos, en cosas y sentimientos y nos fuimos desarrollando. Mediante la cultura del esfuerzo se desarrollaron otras áreas del saber humano. Y aprendimos, con el tiempo y en base a la experiencia, que no solo era necesario esforzarse, sino también en hacerlo bien. Al final comprendimos que el éxito, la excelencia, se encuentra en la práctica permanente y la práctica correcta.

Estos dos aspectos son la clave del éxito, trabajar mucho y hacerlo bien. Si quieres aprender algo, debes esforzarte, dedicarle mucho tiempo, con interés, y sobre todo hacerlo cada vez mejor hasta alcanzar la perfección, si es posible.

Y como resultado crecimos más, podíamos “soñar” en alcanzarlo todo, y teníamos una sociedad basada en el esfuerzo, donde el trabajo, la dedicación y el compromiso eran aspectos valorados, respetados y se admiraba a quién los poseyera.

Pero hubo un momento que los políticos empezaron a hablar del “estado del bienestar”, y empezaron a proponer que no era necesario tanto esfuerzo, y alguna razón tenían. Pero siguieron insistiendo y empezaron a legislar para evitar el esfuerzo como condición de éxito. Empezaron a “vender” la idea de los derechos, como contraposición a la de obligaciones, y el equilibrio justo que antes se tenía, entre derechos y obligaciones se rompió.

La generaciones siguientes vivieron el desequilibrio e hicieron de él una forma de vivir y se hicieron fuertes con el tengo derecho a…. como demanda básica y se fueron olvidando del debo dar o hacer… para conseguirlo.

Y así entre otras, La Ola (die welle) de muchas exigencias y pocos compromisos.

Esa Ola de muchos derechos y pocas obligaciones, llegó a todo, y se acomodó espectacularmente bien en el sistema educativo. La Ola señaló que ya no era necesario estudiar o trabajar para aprender. Lo importante es obtener los resultados, tengo derecho a aprobar, el aprendizaje se lo da por obvio. Lo esencial dentro de la Ola de derechos, es no frustrarse, había que evitar el fracaso y evidentemente no hay nada mejor para evitar el fracaso, que no exista ninguna posibilidad de fracasar. O trabajando mucho y bien o concediendo automáticamente el éxito, sin ninguna exigencia. Y así lo del esfuerzo asociado al conocimiento, quedó totalmente superado.

Conseguimos que nuestra valiosa cultura del esfuerzo, que nos había permitido llegar hasta donde estábamos, se cambiará por la cultura del yo quiero, del debo tener y me lo merezco, tan solo por haberlo pedido.

Tuvimos, como consecuencia de esa Ola de muchos derechos y pocas obligaciones, una negra y triste época de decadencia. Fue muy duro y doloroso poder revertir ese proceso que nos hubiera llevado inevitablemente a la más absoluta decadencia moral y ética, como la que estamos viviendo aquí y ahora.

miércoles, 27 de enero de 2010


QUERIDA ASERTIVIDAD

¡¡¡ OH Asertividad!!! Que tan necesaria eres, tan necesaria, que algunas personas la deberían incluir en sus propósitos para el nuevo año. Y como muchos otros propósitos que solemos tener, si no has estado nunca con nosotros, para conseguirte es necesario dedicación, esfuerzo y aprendizaje.
Eres necesaria en todos los aspectos de nuestra vida: en el trabajo, con nuestra familia, con nuestros amigos, con desconocidos… etc. En algunas personas tú estás presente con la familia, en otras personas solo con los amigos, y en otras ni siquiera apareces, te escondes tras una puerta o te encuentras a tres manzanas.
Pero... ¿Qué eres Asertividad?
Eres una conducta muy hábil que nos permite relacionarnos correctamente en sociedad. Nos permite sentirnos seguros de nosotros mismos y sentirnos seguros en nuestra relación con los demás.
Y gracias a ti:
· Podemos expresar nuestros sentimientos, nuestras ideas, opiniones y derechos respetando el derecho de los otros, sin ofender a los demás.
El otro día en la cola del cine, justo cuando ya me tocaba, alguien se puso delante de mí e intentó colarse, yo tenía tres opciones:
- ¡Pero que se ha creído usted! ¿ Acaso se cree que yo soy tonta!
- Me puedo quedar callada, y aunque me moleste mucho y tenga prisa, elijo renunciar a lo que siento y no actuar.
- Pero apareciste tú ¡¡ Asertividad!! Y me animaste a decir: Disculpe señorita, ahora es mi turno para pedir las entradas, la cola está al final del pasillo, tengo bastante prisa, si me permite…

· Gracias a ti, respondemos adecuadamente ante una situación o comentario inaceptable que nos puede hacer nuestro jefe, nuestro amigo que se ha levantado de mal humor o el encargado de una tienda que nos atiende mal en un agobiante día de compras.
Hace unos días llegué tarde a una cita que tenía con unos amigos, fue imposible llegar a tiempo, ya que tenía muchas cosas que hacer y además el atasco en hora punta en la ciudad dificultó aun más el que yo llegara a tiempo. Cuando llegué a la cafetería en la que habíamos quedado, uno de mis amigos, de muy malas maneras me regañó y me juzgó por haber llegado tarde. La verdad es que con el estrés que tenía yo ese día podía haber actuado de varias maneras:
- Podría actuar de la misma manera que él, haciéndole sentir mal y entrar en una discusión que no va a ningún lado, ya que mi objetivo en ese momento no es precisamente discutir.
- Podría haber optado por callarme o decirle simplemente que lo sentía, guardándome para mi el malestar que me había provocado su reacción. Esto haría que mi malestar se incrementara a lo largo de la tarde.
- Podría hacerle ver tranquilamente que su manera de decírmelo no es la correcta y después darle las explicaciones pertinentes si así lo quisiera:
Juan, entiendo que te moleste el que haya llegado tarde, pero tu actuación está haciendo sentirme mal a mí, y al resto de la mesa, podrías mejor preguntarme por qué he llegado tarde.

· Gracias a ti puedo cambiar de opinión, al igual que entiendo que los demás también lo pueden hacer, sin la necesidad de hacerles sentirse mal porque se hayan equivocado.
· Gracias a ti, tengo el derecho a no dar razones o excusas para justificar lo que hago y porqué lo hago.
· Gracias a ti, puedo pedir ayuda cuando la necesito, sin tener pudor ni vergüenza.
· Gracias a ti, puedo equivocarme sin sentirme mal.
· Gracias a ti puedo decir “No lo sé”, “No lo entiendo” ¿Por favor me lo puedes explicar?
· Gracias a ti puedo afrontar las críticas de los demás.
· Gracias a ti, puedo negarme a prestar ayuda a los demás. Por ti, puedo ser capaz de decir que no ante peticiones que no quiero o no puedo hacer.

Un día en el que muy contenta me dispongo a recoger mis cosas para salir del trabajo, justo después me iba a ir al teatro, ya tenía compradas las entradas y esperaba ansiosa ese día, pero de repente oigo la voz del jefe que me dice: ¡¡¡ hoy debes hacer una hora extra!!! ¡¡ Ni se te ocurra irte!!
Tenía tres opciones:
- Renunciar al teatro, el cual ya había pagado y al que tenía muchas ganas de ir, me puedo quedar callada y volver a mi puesto de trabajo. O puedo decirle al jefe, tenía cosas que hacer, pero no son importantes, me puedo quedar.
- Puedo cabrearme bastante y decir: ¡¡¡ No me da la gana, tengo cosas mejores que hacer, usted se cree que no tengo otra cosa mejor que hacer!!
- Pero te escojo a ti Asertividad: lo que le dije a mi jefe fue lo siguiente:
Hoy resulta imposible quedarme porque tengo algo importante que hacer. Aunque no me gusta mucho la idea de hacer horas extraordinarias, mañana me quedaré para adelantar el trabajo.
Hay momentos, en los que tal vez, no consiga mi objetivo, querida Asertividad, tampoco eres un milagro, pero por tenerte a ti, lo he intentado de la mejor manera, sin renunciar a lo que quiero, a lo que pienso y sin renunciar a mis derechos.
En definitiva por ti Asertividad: tengo seguridad y decisión, estoy satisfecha conmigo misma y con los demás, no tengo ansiedad ante determinadas relaciones y me respeto a mí misma.

Gracias por todo.
Un saludo.

Anuska Linares