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lunes, 1 de febrero de 2010

MI PLANETA Y LA CULTURA DEL ESFUERZO


Después de concluir en la universidad un curso y por aquellas situaciones que nos tocó vivir, es que me veo en la obligación de escribir esta nota sobre el esfuerzo.

Una alumna, escribía que era muy injusto que se le suspendiera. Afirmaba que no había asistido (por el tipo de aprendizaje es obligatoria la asistencia), que no había presentado los trabajos de análisis conceptual que debía hacer, señalaba que no había tenido tiempo para hacerlos, pero eso sí, el tema del curso le interesaba mucho. Insistía que era injusto, y que deberíamos revisar su calificación.

Simplemente quería “aprobar”, no estaba dispuesta a trabajar por ello, lo pedía, mas bien lo exigía. Establecía una nula relación entre resultados y esfuerzo.

Ese hecho me obligó a pensar sobre el tema del esfuerzo, en relación a lo que sucede en Mi Planeta. Me ha parecido que es obligatorio decir algo. Ahora y en el momento que estamos viviendo este tema nunca me ha parecido tan importante.

En mi plantea, durante el largo camino hacia el desarrollo, los primitivos habitantes tuvieron, imagino que como mucha otra gente, que trabajar mucho, dedicarle muchas horas a la tierra o a lo que sea, para poder obtener algún resultado. Muchas horas de espaldas dobladas, para conseguir algo de comida, muchos esfuerzos y privaciones para conseguir algunos resultados, como ropa, agua y cosas básicas.

Lo esencial es que los hombres y las mujeres, sabían que tenían que esforzarse, para conseguir algo de lo que necesitaban. Y esa idea fue asumida como buena, incorporaron el esfuerzo como mecanismo importante de crecimiento y supervivencia. Y así entre resultados positivos conseguidos con esfuerzo, entre fracasos no deseados, pero igualmente asociados al esfuerzo, se fue creando una especie de “cultura” del esfuerzo. Al final todo el mundo tiene claro que puedes crecer, e ir donde quieras, conseguir lo que deseas, etc., pero te lo debes ganar. Tendrás, en el mejor sentido de la palabra, que trabajar por ello.

Esta “cultura” del esfuerzo, enraizó de manera firme en todos los aspectos de la vida de la gente de mi planeta. Y tanto en lo personal, como en cualquier tipo de organización, social, familiar, educativa, laboral o simplemente lúdica, se construía en base al esfuerzo.

Esa cultura del esfuerzo, fue aportando más cosas y al final funcionó. Nos fuimos haciendo ricos, en cosas y sentimientos y nos fuimos desarrollando. Mediante la cultura del esfuerzo se desarrollaron otras áreas del saber humano. Y aprendimos, con el tiempo y en base a la experiencia, que no solo era necesario esforzarse, sino también en hacerlo bien. Al final comprendimos que el éxito, la excelencia, se encuentra en la práctica permanente y la práctica correcta.

Estos dos aspectos son la clave del éxito, trabajar mucho y hacerlo bien. Si quieres aprender algo, debes esforzarte, dedicarle mucho tiempo, con interés, y sobre todo hacerlo cada vez mejor hasta alcanzar la perfección, si es posible.

Y como resultado crecimos más, podíamos “soñar” en alcanzarlo todo, y teníamos una sociedad basada en el esfuerzo, donde el trabajo, la dedicación y el compromiso eran aspectos valorados, respetados y se admiraba a quién los poseyera.

Pero hubo un momento que los políticos empezaron a hablar del “estado del bienestar”, y empezaron a proponer que no era necesario tanto esfuerzo, y alguna razón tenían. Pero siguieron insistiendo y empezaron a legislar para evitar el esfuerzo como condición de éxito. Empezaron a “vender” la idea de los derechos, como contraposición a la de obligaciones, y el equilibrio justo que antes se tenía, entre derechos y obligaciones se rompió.

La generaciones siguientes vivieron el desequilibrio e hicieron de él una forma de vivir y se hicieron fuertes con el tengo derecho a…. como demanda básica y se fueron olvidando del debo dar o hacer… para conseguirlo.

Y así entre otras, La Ola (die welle) de muchas exigencias y pocos compromisos.

Esa Ola de muchos derechos y pocas obligaciones, llegó a todo, y se acomodó espectacularmente bien en el sistema educativo. La Ola señaló que ya no era necesario estudiar o trabajar para aprender. Lo importante es obtener los resultados, tengo derecho a aprobar, el aprendizaje se lo da por obvio. Lo esencial dentro de la Ola de derechos, es no frustrarse, había que evitar el fracaso y evidentemente no hay nada mejor para evitar el fracaso, que no exista ninguna posibilidad de fracasar. O trabajando mucho y bien o concediendo automáticamente el éxito, sin ninguna exigencia. Y así lo del esfuerzo asociado al conocimiento, quedó totalmente superado.

Conseguimos que nuestra valiosa cultura del esfuerzo, que nos había permitido llegar hasta donde estábamos, se cambiará por la cultura del yo quiero, del debo tener y me lo merezco, tan solo por haberlo pedido.

Tuvimos, como consecuencia de esa Ola de muchos derechos y pocas obligaciones, una negra y triste época de decadencia. Fue muy duro y doloroso poder revertir ese proceso que nos hubiera llevado inevitablemente a la más absoluta decadencia moral y ética, como la que estamos viviendo aquí y ahora.

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