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lunes, 22 de diciembre de 2014
lunes, 24 de noviembre de 2014
“HA SIDO EL NIÑO DE LA CALLE”. ¿Y TÚ, A QUIEN ECHAS LA CULPA?
No hace mucho, estuve trabajando
con un niño de diez años, quien su respuesta preferida, cuando alguien le
preguntaba por algo que había pasado y temía una consecuencia negativa, era “ha
sido el niño de la calle”. Y por más que se le decía que en la calle no había
ningún niño responsable del comportamiento referido, nadie ‘le sacaba de ahí’.
Ésta no es una respuesta
exclusiva de niños, que se quieren librar de las consecuencias de sus actos,
los adultos también utilizamos este lenguaje.
Hablamos del llamado “locus de control”, término acuñado a
partir de la teoría del aprendizaje social en los años sesenta. Se refiere a la
responsabilidad que asumimos por las consecuencias de nuestras acciones, si lo
atribuimos al azar o al esfuerzo. Por otra parte, también se refiere a las
expectativas que tenemos sobre las posibilidades de éxito o fracaso cuando
vamos a hacer algo.
Las personas con locus de control
interno creen que son ellos mismos responsables de sus acciones y además
piensan que existe una alta probabilidad de lo que van a hacer les va a salir
bien. Estas personas valoran positivamente el esfuerzo. En el locus de control
externo todo depende del azar. Es decir, es el grado en que una persona percibe
que el origen de experiencias y de su propio comportamiento es interno o
externo a él y determina el control del rumbo de su vida y los acontecimientos
que influyen en ella.
Así que, ¿tú, a quién echas la culpa…?
“Errar
es de humanos, pero echarle la culpa a los demás es más humano todavía” .
Charles Chaplin
lunes, 27 de octubre de 2014
LAS INTELIGENCIAS
El título en
plural es deliberado. Hace años, sólo se hablaba de La Inteligencia, pero desde
hace décadas, ya hablamos de “inteligencias”, y menos mal.
Los expertos
llevan más de cien años intentando definir la inteligencia, y parece que todavía
no hay dos que digan lo mismo en torno a este concepto.
Pero sí hay una
nueva concepción sobre el tema y se encuentran abiertas muchas líneas de
investigación interesantes. Ya no se piensa, por ejemplo, que cuanto mejor
memoria se posea, más éxito se tendrá en la vida, o que un determinado sector
de la población es más inteligente que otro. Además, sabemos que los tradicionales tests no son
concluyentes y que contamos con varios tipos de inteligencia.
Describiremos dos campos recientes como son la
inteligencia emocional y las inteligencias múltiples.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, el psicólogo David Wechsler observó que varios soldados,
teniendo un cociente intelectual idéntico, demostraban distintos resultados en diferentes
pruebas. Por eso empezó a dar importancia a otros factores que influyen en el
rendimiento intelectual, como la motivación, las oportunidades educativas, la
personalidad y otros factores no intelectivos. Publicó el extendido WAIS (Escala Wechsler de inteligencia par adultos), y también una adaptación para
niños.
Pero, a medida
que los seres humanos crecemos, los diferentes ambientes favorecen el desarrollo
de habilidades distintas, es decir, las habilidades que se desarrollen en mi
varían según el contexto ambiental y sociocultural.
Por eso, algunos
autores han propuesto centrarnos en el estudio de las habilidades específicas
que utilizamos para mantenernos en nuestros respectivos ambientes. Uno de ellos
es Howard Gardner, investigador y profesor de la Universidad de Harvard y en
2011 acreedor del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
INTELIGENCIAS MÚLTIPLES
Según Gardner,
en realidad tenemos al menos ocho inteligencias diferentes.
La mayoría de las
personas tenemos la totalidad de ellas, pero cada una desarrollada a un nivel
particular, según la dotación biológica de cada uno, de su interacción con el
entorno y la cultura. Las combinamos y usamos en diferentes grados, de manera
personal y única.
Los tipos de
inteligencias que Gardner propone son los siguientes:
Inteligencia musical, inteligencia corporal-cinestésica, inteligencia
lingüística, inteligencia lógico-matemática, inteligencia espacial,
inteligencia interpersonal, inteligencia intrapersonal, inteligencia
naturalista.
De esta manera
es más difícil decir de nuestro hijo o alumno que no es inteligente, puesto que
podemos desarrollar líneas de acción pedagógica adaptadas a las características
de cada uno y su tipo de inteligencia.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
A partir de
mediados de los noventa, la inteligencia emocional es un tema de interés
general por parte de la sociedad. La publicación Emotional
Intelligence de Daniel Goleman (1995) significa una difusión sin
precedentes de un concepto que hasta entonces había pasado desapercibido,
aunque ya había investigadores que llevaban tiempo hablando de ello.
Para Goleman,
la inteligencia emocional consiste en:
1) Conocer las propias emociones, 2) Manejar las emociones, 3) Motivarse a
sí mismo, 4) Reconocer las emociones de los demás, 5) Establecer relaciones.
Son capacidades
que quien las posee y sabe utilizarlas puede llegar a ser más feliz e
inteligente que aquellas personas que, aún teniendo un alto cociente
intelectual, carecen de habilidades complementarias.
La buena
noticia acerca de estas distintas concepciones de inteligencia es que ésta no
es una entidad fija, que está sujeta al aprendizaje y acepta el desarrollo y
entrenamiento de cada una de ellas. Por todo ello, nadie podrá decir de
nosotros que no somos inteligentes…
lunes, 29 de septiembre de 2014
Por qué no funciona el sistema de puntos para los problemas de conducta de mi hijo
Sobre
todo a partir del conocido programa de televisión ‘Supernnany’, todos hemos aprendido
cómo funciona el llamado sistema de puntos para intentar mejorar el
comportamiento de los niños. Pero con frecuencia, padres y profesores nos
cuentan que no creen en ello porque sólo funciona al principio, pero que no
termina de modificar la conducta del niño. Sin embargo, desde hace tiempo
existen multitud de investigaciones que nos demuestran que esta técnica es una
poderosa herramienta educativa, sobre todo con los estudios de Kazdin, Azrin y
Ayllón desde los años 70.
Quizás el no funcionamiento de la también llamada economía de fichas
(‘token economy’ en inglés) se deba a la aplicación ‘superficial’ de la técnica
y la confusión en el concepto en sí (no es un simple intercambio de un premio a
cambio de hacer algo que queremos). Básicamente, consiste en la entrega de
reforzadores positivos (fichas o puntos de distintas formas), de manera
contingente a la aparición de la conducta deseada, que se cambian más tarde por
refuerzos más valiosos. Pero no es sólo eso, el fin principal es establecer
hábitos de conducta que se automaticen y perduren en el tiempo. Es todo un
proceso con distintas fases, desde el diseño de los objetivos de forma clara y
las conductas concretas a modificar, la elección personalizada de los premios y
el seguimiento en la implementación, con sus ajustes según va transcurriendo el
procedimiento. Por eso, es importante que el diseño y la aplicación de la
técnica la realice un profesional formado en ella para asegurarnos el éxito.
El Dr. Alan Kazdin, en su libro The
Kazdin Method for Parenting Defiant Child (El método Kazdin para la crianza
del niño desafiante), nos cuenta algunos errores
comunes a la hora de desarrollar un sistema de puntos.
Error 1: Centrarse en eliminar las conductas negativas en vez de enfocarse en aumentar las conductas positivas.
Siempre es mejor que un niño aprenda a vestirse
bien, que no ser castigado por no hacerlo o por dejar su ropa desordenada.
Primero, porque la conducta positiva suele ser incompatible con la negativa.
Además, cuando nos enfocamos en detener una conducta no deseable, no
controlamos la que puede ocurrir en su lugar, que puede ser positiva o
negativa. Y es más beneficioso para la autoestima del niño si aprende algo que
puede hacer, en vez de controlarse para evitar lo negativo. En realidad, es
enseñar a hacer, en vez de ‘a no hacer’ es más educativo.
Error 2: Proponer objetivos iniciales demasiado grandes.
Es importante elegir objetivos concretos y
sencillos, cuanto más pequeños y accesibles sean éstos, mayor será la
probabilidad de alcanzarlos. Y estos éxitos permitirán lograr objetivos más
grandes.
Además, es mejor plantearse pocos que un gran
número de ellos. Enfocarnos en algunos, y cuando éstos se hayan cumplido o en
proceso de ello, pasar a los siguientes.
Error 3: Si mantener el sistema es una tarea demasiado complicada para los padres
Los padres de los niños con dificultades de
comportamiento se suelen sentir muy saturados cuando les presentas la idea de
añadir otra tarea a su complicado horario. Por eso, es crucial que el sistema
de puntos sea construido de manera que permita a los padres poder mantenerlo de
forma fácil y práctica, y que puedan mantener la motivación. Además, es
importante explicarles que se trata de un proceso que lleva su tiempo, y que
los cambios no ocurren de forma lineal.
Error 4: Los premios son muy difíciles o muy fáciles de obtener
La selección de recompensas es una parte
importante a la hora de construir un programa de estas características. Primero,
los premios deben ser deseables para el niño, ya sabemos que los dulces gustan
a la mayoría, pero hay algún niño que lo pasa mal en los cumpleaños, porque no
le gusta la tarta, por ejemplo, y eso hay que tenerlo en cuenta, porque
entonces no tendrá valor reforzante.
Los refuerzos elegidos deben exigir algo de
esfuerzo para poder ganarlos, pero lo suficientemente viables para que el niño
pueda acceder a ellos y tenga éxito, que es lo que se persigue. Además, según
el programa va desarrollándose, habrá que ir añadiendo, alternando y/o
sustituyéndolos para evitar el efecto de saciación y que el niño no se aburra.
Un aspecto importante es que los puntos deben ser
administrados lo más cercano posible a la conducta positiva y que la recompensa
que logre a través de esos puntos también sea cercana en el tiempo, para así
fortalecer el vínculo entre la conducta deseada y la consecuencia positiva.
Error 5: Al niño no se la dan oportunidades de ser recompensado por practicar o acercarse a la conducta deseable.
También es importante premiar las veces que el
chico se acerca a lo que queremos que ocurra, según el procedimiento de
aproximaciones sucesivas y moldeamiento. Así, como su nombre indica, podemos ir
‘moldeando’ o construyendo el comportamiento deseado, para que se vaya
instalando en el repertorio conductual del niño de forma más estable.
Como hemos comentado, es bueno que estos sistemas
los construya un profesional entrenado en la técnica, para que podamos
asegurarnos el mayor éxito posible y no ‘quemar’ un recurso que puede ser muy
valioso con nuestros niños y adolescentes.