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lunes, 24 de noviembre de 2014

“HA SIDO EL NIÑO DE LA CALLE”. ¿Y TÚ, A QUIEN ECHAS LA CULPA?



No hace mucho, estuve trabajando con un niño de diez años, quien su respuesta preferida, cuando alguien le preguntaba por algo que había pasado y temía una consecuencia negativa, era “ha sido el niño de la calle”. Y por más que se le decía que en la calle no había ningún niño responsable del comportamiento referido, nadie ‘le sacaba de ahí’.

Ésta no es una respuesta exclusiva de niños, que se quieren librar de las consecuencias de sus actos, los adultos también utilizamos este lenguaje.

Hablamos del llamado “locus de control”, término acuñado a partir de la teoría del aprendizaje social en los años sesenta. Se refiere a la responsabilidad que asumimos por las consecuencias de nuestras acciones, si lo atribuimos al azar o al esfuerzo. Por otra parte, también se refiere a las expectativas que tenemos sobre las posibilidades de éxito o fracaso cuando vamos a hacer algo.

Las personas con locus de control interno creen que son ellos mismos responsables de sus acciones y además piensan que existe una alta probabilidad de lo que van a hacer les va a salir bien. Estas personas valoran positivamente el esfuerzo. En el locus de control externo todo depende del azar. Es decir, es el grado en que una persona percibe que el origen de experiencias y de su propio comportamiento es interno o externo a él y determina el control del rumbo de su vida y los acontecimientos que influyen en ella.

Así que, ¿tú, a quién echas la culpa…?

Errar es de humanos, pero echarle la culpa a los demás es más humano todavía” .
 Charles Chaplin

lunes, 27 de octubre de 2014

LAS INTELIGENCIAS



El título en plural es deliberado. Hace años, sólo se hablaba de La Inteligencia, pero desde hace décadas, ya hablamos de “inteligencias”, y menos mal.

Los expertos llevan más de cien años intentando definir la inteligencia, y parece que todavía no hay dos que digan lo mismo en torno a este concepto.

Pero sí hay una nueva concepción sobre el tema y se encuentran abiertas muchas líneas de investigación interesantes. Ya no se piensa, por ejemplo, que cuanto mejor memoria se posea, más éxito se tendrá en la vida, o que un determinado sector de la población es más inteligente que otro. Además,  sabemos que los tradicionales tests no son concluyentes y que contamos con varios tipos de inteligencia.

Describiremos dos campos recientes como son la inteligencia emocional y las inteligencias múltiples.                    
                            
Durante la Segunda Guerra Mundial, el psicólogo David Wechsler observó que varios soldados, teniendo un cociente intelectual idéntico,  demostraban distintos resultados en diferentes pruebas. Por eso empezó a dar importancia a otros factores que influyen en el rendimiento intelectual, como la motivación, las oportunidades educativas, la personalidad y otros factores no intelectivos. Publicó el extendido WAIS (Escala Wechsler de inteligencia par adultos), y también una adaptación para niños. 

Pero, a medida que los seres humanos crecemos, los diferentes ambientes favorecen el desarrollo de habilidades distintas, es decir, las habilidades que se desarrollen en mi varían según el contexto ambiental y sociocultural.

Por eso, algunos autores han propuesto centrarnos en el estudio de las habilidades específicas que utilizamos para mantenernos en nuestros respectivos ambientes. Uno de ellos es Howard Gardner, investigador y profesor de la Universidad de Harvard y en 2011 acreedor del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. 

INTELIGENCIAS MÚLTIPLES

Según Gardner, en realidad tenemos al menos ocho inteligencias diferentes. 

La mayoría de las personas tenemos la totalidad de ellas, pero cada una desarrollada a un nivel particular, según la dotación biológica de cada uno, de su interacción con el entorno y la cultura. Las combinamos y usamos en diferentes grados, de manera personal y única.

Los tipos de inteligencias que Gardner propone son los siguientes:
Inteligencia musical, inteligencia corporal-cinestésica, inteligencia lingüística, inteligencia lógico-matemática, inteligencia espacial, inteligencia interpersonal, inteligencia intrapersonal, inteligencia naturalista.

De esta manera es más difícil decir de nuestro hijo o alumno que no es inteligente, puesto que podemos desarrollar líneas de acción pedagógica adaptadas a las características de cada uno y su tipo de inteligencia.

INTELIGENCIA EMOCIONAL 

A partir de mediados de los noventa, la inteligencia emocional es un tema de interés general por parte de la sociedad. La publicación Emotional Intelligence de Daniel Goleman (1995) significa una difusión sin precedentes de un concepto que hasta entonces había pasado desapercibido, aunque ya había investigadores que llevaban tiempo hablando de ello.
Para Goleman, la inteligencia emocional consiste en: 
1) Conocer las propias emociones, 2) Manejar las emociones, 3) Motivarse a sí mismo, 4) Reconocer las emociones de los demás, 5) Establecer relaciones.

Son capacidades que quien las posee y sabe utilizarlas puede llegar a ser más feliz e inteligente que aquellas personas que, aún teniendo un alto cociente intelectual, carecen de habilidades complementarias.

La buena noticia acerca de estas distintas concepciones de inteligencia es que ésta no es una entidad fija, que está sujeta al aprendizaje y acepta el desarrollo y entrenamiento de cada una de ellas. Por todo ello, nadie podrá decir de nosotros que no somos inteligentes…

lunes, 29 de septiembre de 2014

Por qué no funciona el sistema de puntos para los problemas de conducta de mi hijo



Sobre todo a partir del conocido programa de televisión ‘Supernnany’, todos hemos aprendido cómo funciona el llamado sistema de puntos para intentar mejorar el comportamiento de los niños. Pero con frecuencia, padres y profesores nos cuentan que no creen en ello porque sólo funciona al principio, pero que no termina de modificar la conducta del niño. Sin embargo, desde hace tiempo existen multitud de investigaciones que nos demuestran que esta técnica es una poderosa herramienta educativa, sobre todo con los estudios de Kazdin, Azrin y Ayllón desde los años 70.
Quizás el no funcionamiento de la también llamada economía de fichas (‘token economy’ en inglés) se deba a la aplicación ‘superficial’ de la técnica y la confusión en el concepto en sí (no es un simple intercambio de un premio a cambio de hacer algo que queremos). Básicamente, consiste en la entrega de reforzadores positivos (fichas o puntos de distintas formas), de manera contingente a la aparición de la conducta deseada, que se cambian más tarde por refuerzos más valiosos. Pero no es sólo eso, el fin principal es establecer hábitos de conducta que se automaticen y perduren en el tiempo. Es todo un proceso con distintas fases, desde el diseño de los objetivos de forma clara y las conductas concretas a modificar, la elección personalizada de los premios y el seguimiento en la implementación, con sus ajustes según va transcurriendo el procedimiento. Por eso, es importante que el diseño y la aplicación de la técnica la realice un profesional formado en ella para asegurarnos el éxito.
El Dr. Alan Kazdin, en su libro The Kazdin Method for Parenting Defiant Child (El método Kazdin para la crianza del niño desafiante), nos cuenta algunos errores comunes a la hora de desarrollar un sistema de puntos.



Error 1: Centrarse en eliminar las conductas negativas en vez de enfocarse en aumentar las conductas positivas.

Siempre es mejor que un niño aprenda a vestirse bien, que no ser castigado por no hacerlo o por dejar su ropa desordenada. Primero, porque la conducta positiva suele ser incompatible con la negativa. Además, cuando nos enfocamos en detener una conducta no deseable, no controlamos la que puede ocurrir en su lugar, que puede ser positiva o negativa. Y es más beneficioso para la autoestima del niño si aprende algo que puede hacer, en vez de controlarse para evitar lo negativo. En realidad, es enseñar a hacer, en vez de ‘a no hacer’ es más educativo.

Error 2: Proponer objetivos iniciales demasiado  grandes.

Es importante elegir objetivos concretos y sencillos, cuanto más pequeños y accesibles sean éstos, mayor será la probabilidad de alcanzarlos. Y estos éxitos permitirán lograr objetivos más grandes.
Además, es mejor plantearse pocos que un gran número de ellos. Enfocarnos en algunos, y cuando éstos se hayan cumplido o en proceso de ello, pasar a los siguientes.

Error 3: Si mantener el sistema es una tarea demasiado complicada para los padres

Los padres de los niños con dificultades de comportamiento se suelen sentir muy saturados cuando les presentas la idea de añadir otra tarea a su complicado horario. Por eso, es crucial que el sistema de puntos sea construido de manera que permita a los padres poder mantenerlo de forma fácil y práctica, y que puedan mantener la motivación. Además, es importante explicarles que se trata de un proceso que lleva su tiempo, y que los cambios no ocurren de forma lineal.

Error 4: Los premios son muy difíciles o muy fáciles de obtener

La selección de recompensas es una parte importante a la hora de construir un programa de estas características. Primero, los premios deben ser deseables para el niño, ya sabemos que los dulces gustan a la mayoría, pero hay algún niño que lo pasa mal en los cumpleaños, porque no le gusta la tarta, por ejemplo, y eso hay que tenerlo en cuenta, porque entonces no tendrá valor reforzante.
Los refuerzos elegidos deben exigir algo de esfuerzo para poder ganarlos, pero lo suficientemente viables para que el niño pueda acceder a ellos y tenga éxito, que es lo que se persigue. Además, según el programa va desarrollándose, habrá que ir añadiendo, alternando y/o sustituyéndolos para evitar el efecto de saciación y que el niño no se aburra.
Un aspecto importante es que los puntos deben ser administrados lo más cercano posible a la conducta positiva y que la recompensa que logre a través de esos puntos también sea cercana en el tiempo, para así fortalecer el vínculo entre la conducta deseada y la consecuencia positiva.

Error 5: Al niño no se la dan oportunidades de ser recompensado por practicar o acercarse a la conducta deseable.

También es importante premiar las veces que el chico se acerca a lo que queremos que ocurra, según el procedimiento de aproximaciones sucesivas y moldeamiento. Así, como su nombre indica, podemos ir ‘moldeando’ o construyendo el comportamiento deseado, para que se vaya instalando en el repertorio conductual del niño de forma más estable.
Como hemos comentado, es bueno que estos sistemas los construya un profesional entrenado en la técnica, para que podamos asegurarnos el mayor éxito posible y no ‘quemar’ un recurso que puede ser muy valioso con nuestros niños y adolescentes.