¡Qué noche tan divertida la de hoy! Nos hemos pasado la noche jugando en la cama los tres, mi esposo, mi chiquitín y yo. Alberto es el menor de mis dos hijos, sólo tiene trece años, aunque su hermana Noelia tampoco es muy mayor, sólo tiene diecinueve.
Alberto había estado jugando a su juego favorito de la videoconsola toda la tarde, pero como no había conseguido pasar a la siguiente pantalla, tuvo que ponerse a jugar de nuevo después de cenar. No podía dejar el juego hasta que no llegara a la octava pantalla, donde salían los monstruos que le atacaban con cuchillos, ya que en el colegio hay varios niños que ya han pasado dicha pantalla y todos los días se lo repiten, recordándole que él no ha sido capaz todavía. Nosotros no queremos que nuestro hijo se sienta inferior por no conseguir las mismas cosas que los demás, así es que estuvimos con él hasta pasada la medianoche animándole y acompañándole para que no se sintiera sólo mientras conseguía llegar a la octava pantalla. Estábamos ya un poco cansados después de haber estado todo el día fuera de casa trabajando, pero aún así esperamos hasta que terminó para irnos los tres juntos a la cama, ya que Alberto, desde que tiene uso de razón, duerme con nosotros.
Alberto es un niño feliz, alegre, aunque algo miedoso, por eso duerme con nosotros. Siempre dice que tiene miedo, pero la verdad es que nunca nos ha dicho qué es lo que le asusta. A su padre y a mi no nos importa que duerma con nosotros, incluso hasta nos da pena que duerma sólo en su habitación después de haber pasado tantas horas sin vernos durante todo el día, de esta manera se siente más acompañado y sin sensación de abandono.
La experiencia con nuestra otra hija nos lleva a pensar que esta situación no durará toda la vida, pero al menos disfrutaremos mientras dure. Con Noelia sucedió lo mismo, durmió siempre con nosotros hasta que un día empezó a decir que quería dormir en su cama. Mi esposo y yo no lo entendimos y aún más nos disgustamos bastante pensando si habríamos hecho algo mal, pero bueno, tampoco la podíamos obligar a dormir con nosotros. Así es que esperamos que el niño tarde más tiempo en tomar esa decisión.
Las noches con Alberto han llegado a ser muy divertidas, ya que cuando no tiene sueño comienza a hacernos cosquillas a mi esposo y a mi, acabando los tres muertos de risa, aunque después por la mañana tenemos un poco de sueño, sobre todo al niño no hay quien le levante, pero bueno, le llevamos el desayuno y la ropa a la cama, y así ahorra tiempo. Además de pasárnoslo bien, logramos aquello que los psicólogos dicen que es bueno, pasar el mayor tiempo posible con nuestro hijo y disfrutar con él, “¡más tiempo que toda la noche, imposible!”
Con Noelia también disfrutamos, pero desde luego no es lo mismo ya que ella tiene otra edad, tiene amigos, sale con ellos los fines de semana y se aleja un poco de las actividades de ocio que compartimos con Alberto.
Durante todos estos años, hemos conseguido que las salidas de Alberto sean muy limitadas, ya que no va a casa de ningún amiguito ni familiares nuestros si sabe que le van a ofrecer quedarse allí a dormir. De tal manera que sólo sale de vacaciones con nosotros, renunciando incluso a los campamentos que organiza su colegio todos los años.
Mi amiga Ana, dice que con la edad que tiene Alberto ya debería dormir solo, pero es que le vemos tan frágil e inocente que no podríamos soportar verle sufrir por ese miedo tan intenso que manifiesta en ciertas ocasiones, cuando mi hermana le insinúa que duerma sólo en su cama, que es mayor para dormir con nosotros. En esas ocasiones, él se enfada mucho e incluso comienza a llorar diciendo que no quiere, que tiene mucho miedo y que tiene que dormir con nosotros.
Salvo en esas ocasiones, no hemos intentado que se enfrentara a ese miedo, ¡pobrecito! pero además no queremos ni pensar en ello, en el disgusto tan grande que se llevaría tanto él como nosotros. Preferimos dormir con él y verle siempre feliz y contento, evitándole siempre que podamos que tenga que enfrentarse a situaciones que le resulten desagradables y difíciles de superar. Dormir con él no nos supone ningún sacrificio y además nos gusta porque disfrutamos más de su compañía.
Alberto había estado jugando a su juego favorito de la videoconsola toda la tarde, pero como no había conseguido pasar a la siguiente pantalla, tuvo que ponerse a jugar de nuevo después de cenar. No podía dejar el juego hasta que no llegara a la octava pantalla, donde salían los monstruos que le atacaban con cuchillos, ya que en el colegio hay varios niños que ya han pasado dicha pantalla y todos los días se lo repiten, recordándole que él no ha sido capaz todavía. Nosotros no queremos que nuestro hijo se sienta inferior por no conseguir las mismas cosas que los demás, así es que estuvimos con él hasta pasada la medianoche animándole y acompañándole para que no se sintiera sólo mientras conseguía llegar a la octava pantalla. Estábamos ya un poco cansados después de haber estado todo el día fuera de casa trabajando, pero aún así esperamos hasta que terminó para irnos los tres juntos a la cama, ya que Alberto, desde que tiene uso de razón, duerme con nosotros.
Alberto es un niño feliz, alegre, aunque algo miedoso, por eso duerme con nosotros. Siempre dice que tiene miedo, pero la verdad es que nunca nos ha dicho qué es lo que le asusta. A su padre y a mi no nos importa que duerma con nosotros, incluso hasta nos da pena que duerma sólo en su habitación después de haber pasado tantas horas sin vernos durante todo el día, de esta manera se siente más acompañado y sin sensación de abandono.
La experiencia con nuestra otra hija nos lleva a pensar que esta situación no durará toda la vida, pero al menos disfrutaremos mientras dure. Con Noelia sucedió lo mismo, durmió siempre con nosotros hasta que un día empezó a decir que quería dormir en su cama. Mi esposo y yo no lo entendimos y aún más nos disgustamos bastante pensando si habríamos hecho algo mal, pero bueno, tampoco la podíamos obligar a dormir con nosotros. Así es que esperamos que el niño tarde más tiempo en tomar esa decisión.
Las noches con Alberto han llegado a ser muy divertidas, ya que cuando no tiene sueño comienza a hacernos cosquillas a mi esposo y a mi, acabando los tres muertos de risa, aunque después por la mañana tenemos un poco de sueño, sobre todo al niño no hay quien le levante, pero bueno, le llevamos el desayuno y la ropa a la cama, y así ahorra tiempo. Además de pasárnoslo bien, logramos aquello que los psicólogos dicen que es bueno, pasar el mayor tiempo posible con nuestro hijo y disfrutar con él, “¡más tiempo que toda la noche, imposible!”
Con Noelia también disfrutamos, pero desde luego no es lo mismo ya que ella tiene otra edad, tiene amigos, sale con ellos los fines de semana y se aleja un poco de las actividades de ocio que compartimos con Alberto.
Durante todos estos años, hemos conseguido que las salidas de Alberto sean muy limitadas, ya que no va a casa de ningún amiguito ni familiares nuestros si sabe que le van a ofrecer quedarse allí a dormir. De tal manera que sólo sale de vacaciones con nosotros, renunciando incluso a los campamentos que organiza su colegio todos los años.
Mi amiga Ana, dice que con la edad que tiene Alberto ya debería dormir solo, pero es que le vemos tan frágil e inocente que no podríamos soportar verle sufrir por ese miedo tan intenso que manifiesta en ciertas ocasiones, cuando mi hermana le insinúa que duerma sólo en su cama, que es mayor para dormir con nosotros. En esas ocasiones, él se enfada mucho e incluso comienza a llorar diciendo que no quiere, que tiene mucho miedo y que tiene que dormir con nosotros.
Salvo en esas ocasiones, no hemos intentado que se enfrentara a ese miedo, ¡pobrecito! pero además no queremos ni pensar en ello, en el disgusto tan grande que se llevaría tanto él como nosotros. Preferimos dormir con él y verle siempre feliz y contento, evitándole siempre que podamos que tenga que enfrentarse a situaciones que le resulten desagradables y difíciles de superar. Dormir con él no nos supone ningún sacrificio y además nos gusta porque disfrutamos más de su compañía.
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