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lunes, 21 de septiembre de 2009

HEMOS CONSEGUIDO QUE NUESTRO NIÑO ESTÉ BIEN ALIMENTADO (como él quiere, claro)


Para mi hijo quiero lo mejor independientemente del esfuerzo que eso suponga.
¿Qué un día se niega a comer después de haber estado toda la mañana metida en la cocina? No me voy a empeñar en que haga cosas que no son de su agrado poniendo en juego su cariño y felicidad ¡faltaría más!

Con lo fácil que es retirar el plato y preparar en un segundo cualquier tontería de esas que tanto le gustan antes de que empiece a sollozar y patalear en la mesa.
Además ¿por qué no acostumbrarnos a preguntarle con antelación qué menú le apetece para ese día?.

De esta manera tan sencilla he conseguido saber perfectamente qué comidas son sus favoritas. Es más, gracias a este conocimiento mi hijo sólo come aquello que le gusta.
Por fin tengo un hijo que sabe lo que quiere y que rechaza el resto con determinación; que valora mis comidas hasta el punto de repudiar el menú escolar o cualquier otro plato que no haya pasado por mis manos. Un hijo, en fin, para toda la vida…¡ y tan agradecido!, porque hay que ver con qué carita me mira mientras da buena cuenta a la fuente de patatas o a las hamburguesas ( llena de churretones, sí, pero verdaderamente angelical).
Es una pena que en el colegio insistan en echar por tierra esta dura labor.

Tenía que poner remedio a esta situación que empezaba a producir efectos devastadores en mi pequeño, ¡un poco más y termina comiendo cualquier cosa la criatura!. Así que ni corta ni perezosa decidí enviar una nota al director del centro en la que aparecían convenientemente señaladas aquellas comidas que mi hijo rechaza, pidiéndole amablemente que no insistieran, bajo mi responsabilidad, en hacérselas comer, puesto que este hecho producía efectos indeseables en él.

Así de fácil ha sido superar el trauma que el pobre tenía con el comedor escolar, y al mismo tiempo he logrado que coma sólo lo que quiera, como quiera y donde quiera, porque para eso tiene su propia personalidad y tiene que aprender a desarrollarla.
Se acabó el estilo de educación impersonal y generalizado del colegio. Mi hijo, cada día, tiene más carácter y es capaz de tomar sus propias decisiones sin importarle lo que digan los profesores y cuidadores del comedor, ¡qué sabrán ellos de sus gustos!.
Ojalá comprendiéramos de una vez por todas que los niños son como los clientes: siempre tienen razón y es importante tenerles satisfechos.

¿Cómo vamos a imponerles, tal como desean muchos padres, que coman verdura y pescado (si es posible sin protestar, por supuesto), si a lo mejor lo que de verdad les apetece son macarrones y salchichas?. Y ya puestos a pedir, ¿qué tal si les imponemos también un horario?. Algo así como programarles para que coman siempre a la misma hora. ¡Qué barbaridad!, en vez de hijos parece que tenemos soldaditos en casa.
Mira que nos empeñamos en machacarles la personalidad por culpa de algún complejo raro que tuvimos en la infancia y, claro, luego vienen los disgustos y lamentaciones: “que si es un desagradecido y no se da cuenta que todo lo hago por su bien”,”que si no come nada sólo por llevarme la contraria y fastidiar”, etc. etc.

Cómo hemos olvidado que a estas edades es fundamental colmarles de atenciones y caprichos y someternos sin miedo a su voluntad con el fin de que crezcan sin traumas, sintiéndose queridos y con la absoluta convicción de que en casa o en cualquier otro sitio, ellos son lo primero y sus órdenes son deseos para nosotros.
La única manera de conseguir esto es poniéndonos a su servicio, que para eso los hemos tenido ¿o no?.

Sólo así haremos posible que, por ejemplo, cuando vaya a comer a casa de algún familiar o amigo tenga la seguridad suficiente, primero, para decir sin ruborizarse que esa comida es una porquería que no piensa comer de ninguna forma y, segundo, de actuar coherentemente; es decir, de no probar ni un bocado se pongan como se pongan los demás. ¿No es maravilloso tener un hijo con las ideas tan claras y con tanto derroche de personalidad con tan sólo siete años?.

Estoy segura de que este chico llegará muy lejos, y no lo digo por presumir, pero no me extraña porque para eso lo hemos educado a conciencia. Es sencillo, el truco está en tener un poco de vista para saber aprovechar las ocasiones. Sin ir más lejos, el otro día deduje que le encantaban las croquetas cuando le vi devorarlas con los carrillos completamente hinchados, las manos pringosillas y una cara de satisfacción que…¡vamos! daba gusto verle comer así.
Entonces se me ocurrió una estrategia genial que consistía básicamente en alimentarle a base de croquetas, ¿por qué no?. Es la solución perfecta porque de este modo come disfrutando, rápido, bien y sin necesidad de estar encima suyo constantemente. Bueno, hay que vigilarle un poco para que nos deje alguna a los demás, pero por lo demás sigue siendo genial.

Lo de menos es que ahora no pueda ver croquetas ni en pintura, porque siempre surge algo nuevo de lo que se encapricha y entonces basta con volver a repetir todo el proceso desde el principio y ya está, todos tan contentos.
Si es que me encanta verle feliz, tal vez por eso soy incapaz de negarle algún que otro bollo o chuchería que se le antoja, ¡disfruta tanto con este tipo de cosas que además sirven para quitarle el hambre!. Hombre, luego le perdono la mitad de la comida no vaya a ser que se empache mi chiquitín.

Pero sin lugar a dudas, lo mejor de todo es que le hemos enseñado a jugar mientras come, ¡es divertidísimo!. Le perseguimos corriendo por toda la casa, cuchara en mano, como si fuéramos policías y ladrones y cuando por fin le alcanzamos, ¡zas! se lo tiene que tragar. Y así una y otra vez hasta que termina con todo ¡le da una pena!.
Otras veces, especialmente si estamos en baja forma, nos limitamos a decirle alguna tontería o a hacer muecas raras para que se distraiga. Ponerle su programa de televisión favorito también suele funcionar.

Normalmente está tan entretenido que yo creo que ni siquiera es consciente de lo que hace, así que tenemos que llevarle nosotros la comida a la boca, ya tendrá tiempo para aprender a usar los cubiertos cuando sea más grande.
De momento creo que podemos sentirnos orgullosos de lo que hemos logrado con nuestro hijo hasta ahora…¡y ha sido sencillísimo!. Me pregunto qué problemas tendrán los demás para enseñarles a comer.


HEMOS LOGRADO NO SEPARARNOS DE NUESTRO HIJO NI PARA DORMIR


¡Qué noche tan divertida la de hoy! Nos hemos pasado la noche jugando en la cama los tres, mi esposo, mi chiquitín y yo. Alberto es el menor de mis dos hijos, sólo tiene trece años, aunque su hermana Noelia tampoco es muy mayor, sólo tiene diecinueve.

Alberto había estado jugando a su juego favorito de la videoconsola toda la tarde, pero como no había conseguido pasar a la siguiente pantalla, tuvo que ponerse a jugar de nuevo después de cenar. No podía dejar el juego hasta que no llegara a la octava pantalla, donde salían los monstruos que le atacaban con cuchillos, ya que en el colegio hay varios niños que ya han pasado dicha pantalla y todos los días se lo repiten, recordándole que él no ha sido capaz todavía. Nosotros no queremos que nuestro hijo se sienta inferior por no conseguir las mismas cosas que los demás, así es que estuvimos con él hasta pasada la medianoche animándole y acompañándole para que no se sintiera sólo mientras conseguía llegar a la octava pantalla. Estábamos ya un poco cansados después de haber estado todo el día fuera de casa trabajando, pero aún así esperamos hasta que terminó para irnos los tres juntos a la cama, ya que Alberto, desde que tiene uso de razón, duerme con nosotros.

Alberto es un niño feliz, alegre, aunque algo miedoso, por eso duerme con nosotros. Siempre dice que tiene miedo, pero la verdad es que nunca nos ha dicho qué es lo que le asusta. A su padre y a mi no nos importa que duerma con nosotros, incluso hasta nos da pena que duerma sólo en su habitación después de haber pasado tantas horas sin vernos durante todo el día, de esta manera se siente más acompañado y sin sensación de abandono.

La experiencia con nuestra otra hija nos lleva a pensar que esta situación no durará toda la vida, pero al menos disfrutaremos mientras dure. Con Noelia sucedió lo mismo, durmió siempre con nosotros hasta que un día empezó a decir que quería dormir en su cama. Mi esposo y yo no lo entendimos y aún más nos disgustamos bastante pensando si habríamos hecho algo mal, pero bueno, tampoco la podíamos obligar a dormir con nosotros. Así es que esperamos que el niño tarde más tiempo en tomar esa decisión.

Las noches con Alberto han llegado a ser muy divertidas, ya que cuando no tiene sueño comienza a hacernos cosquillas a mi esposo y a mi, acabando los tres muertos de risa, aunque después por la mañana tenemos un poco de sueño, sobre todo al niño no hay quien le levante, pero bueno, le llevamos el desayuno y la ropa a la cama, y así ahorra tiempo. Además de pasárnoslo bien, logramos aquello que los psicólogos dicen que es bueno, pasar el mayor tiempo posible con nuestro hijo y disfrutar con él, “¡más tiempo que toda la noche, imposible!”

Con Noelia también disfrutamos, pero desde luego no es lo mismo ya que ella tiene otra edad, tiene amigos, sale con ellos los fines de semana y se aleja un poco de las actividades de ocio que compartimos con Alberto.

Durante todos estos años, hemos conseguido que las salidas de Alberto sean muy limitadas, ya que no va a casa de ningún amiguito ni familiares nuestros si sabe que le van a ofrecer quedarse allí a dormir. De tal manera que sólo sale de vacaciones con nosotros, renunciando incluso a los campamentos que organiza su colegio todos los años.

Mi amiga Ana, dice que con la edad que tiene Alberto ya debería dormir solo, pero es que le vemos tan frágil e inocente que no podríamos soportar verle sufrir por ese miedo tan intenso que manifiesta en ciertas ocasiones, cuando mi hermana le insinúa que duerma sólo en su cama, que es mayor para dormir con nosotros. En esas ocasiones, él se enfada mucho e incluso comienza a llorar diciendo que no quiere, que tiene mucho miedo y que tiene que dormir con nosotros.

Salvo en esas ocasiones, no hemos intentado que se enfrentara a ese miedo, ¡pobrecito! pero además no queremos ni pensar en ello, en el disgusto tan grande que se llevaría tanto él como nosotros. Preferimos dormir con él y verle siempre feliz y contento, evitándole siempre que podamos que tenga que enfrentarse a situaciones que le resulten desagradables y difíciles de superar. Dormir con él no nos supone ningún sacrificio y además nos gusta porque disfrutamos más de su compañía.

lunes, 14 de septiembre de 2009

HE CONSEGUIDO QUE MIS HIJOS ME FALTEN AL RESPETO (con mucho esfuerzo)



Un buen amigo de la familia, me pidió hace poco si no me importaba contar de forma breve, algunas anécdotas más relevantes sobre la vida y andanzas de mis hijos y de nuestra forma de educarles. La verdad, es que no se porque a mí, pero seguro que no les sorprenderá a ustedes cuando lean lo que tengo que contar.

En fin, siempre he criticado a esas madres que van por ahí diciendo lo estupendos que son sus hijos, (supongo que será además porque no han visto a los míos), pero claro si me lo piden entonces ya no paro.

Mi marido y yo nos catalogamos a nosotros mismos como unos padres modernos, actuales, de hoy en día vamos, y pensamos que los niños deben ser libres, felices y algo muy importante “Hacer lo que les dé la gana” ya que nosotros con su edad no pudimos hacerlo. Y así bajo estas tres reglas (que se saben de memoria) es como educamos a nuestros pequeñines, o más bien educo, porque Pablo, mi marido, no está nunca en casa, y cuando está siempre los está regañando, menos mal que allí estoy yo que siempre salgo a favor de ellos ¿qué sería de mis niños, sin alguien que llevase la contraria a mi marido?

Tenemos tres hijos, Pablo de 5 años, Sergio de 14 y una niña, que empieza a colmar todas mis expectativas de mujer liberal, de 17 años.

¿Qué como hago yo de ellos unos chicos estupendos? Pues eso se va logrando con el día a día, en pequeñas cosas, como por ejemplo: estaba viendo yo el telediario de las 21:00 h., que es el único rato que tengo para descansar después de estar todo el día
trabajando, cuando llegó mi hijo Sergio, él es un chico estupendo, bueno no es muy estudioso, pero ya se sabe a los chicos de esa edad lo que les gusta es salir, ver la T.V., jugar al fútbol... aunque sí reconozco que debería pasar más horas delante del libro, aún
no se como motivarle para que lo haga, lo he intentado todo, comenzamos con “si apruebas te compraré la bici”, luego fue el ordenador, luego la videoconsola, y lo último ha sido la moto, al final nunca aprueba y siempre le terminamos comprando todo, porque bueno todos sus amigos tienen y no va a ser él menos ¿no creen?. En fin, a lo que iba, cogió el mando de la T.V. y me cambió el canal, me fastidió un poco, la verdad, el caso es que le pedí por favor que me dejase sólo ver terminar una noticia que estaban comentando, acerca de un nuevo tratamiento para los huesos que ha salido, y que, por cierto, me interesa porque padezco reumatismo, Sergio me miró y me invitó a irme al televisor que hay en la cocina, ¿qué creen que hice yo?... ¡Irme! Aunque eso sí, le dije que sería la última vez que lo haría; al fin y al cabo él no sabe que padezco de huesos ya que sufro en silencio para no preocupar a nadie y menos a mis pequeñines.

De todas formas, siempre es mejor ver “cosas de casa” que informarse sobre lo que pasa en el mundo, en esto mi marido y yo estamos totalmente de acuerdo, siempre que podamos les ahorraremos disgustos, ¿para qué tienen que ver que hay niños muriéndose de hambre, mientras ellos se quejan porque el bocadillo de lomo ibérico de hoy, parece que está un poco salado?, señores dejemos disfrutar a nuestros niños.

Esto le tuve que contestar el otro día a una vecina que regañó a mi hijo Pablo solo única y exclusivamente por pisar el césped del jardín, arrancando un poco de hierba ¿qué se habrá creído la bruja esa (con perdón)? Ahora se va lista, ya he aleccionado a Pablo para que la próxima vez que alguien le regañe le conteste exactamente esta frase: “Eso lo pagan mis padres y tengo derecho a hacer con ello lo que me dé la real gana, y si tiene algún problema, señora suba y hable con mis padres”. O también valdría algo así como “Si no sabe convivir con personas, váyase al monte”.

¿Veis? En eso Sergio siempre ha sido más avispado, enseguida contesta, ya sea mayor o un niño pequeño. ¡Cómo nos indignamos el otro día, cuando nos contaba que el guardia jurado de nuestra urbanización, le había dicho a él ya su pandilla que no se debía jugar a guerra de escupitinazos en el borde de la piscina, entonces él y su panda después de contestarle varias cosas muy bien dichas, subieron a contárnoslo, mi marido pretendía bajar a disculparse por la conducta de Pablo, pero por supuesto, le convencimos de que él no llevaba la razón y terminó por bajar, sí, pero a ponerles las cosas bien claritas a este señor. ¿Quién se creerá que es un guardia para ni siquiera dirigir la palabra a mis hijos?

Bueno, bueno, cuando les hable de mi hija Mayte, es única, yo siempre digo que va para cantante, ¿por qué? Porque cuando discutimos ha conseguido levantar la voz más que nosotros, pero esto lo digo en plan de broma, a ella le intento explicar las cosas sin castigos, no como propone su padre; por poner un ejemplo, el otro día llegó a las 6 de la madrugada cuando debía llegar a las 3 h., su padre la castigó sin salir ¡todo el fin de semana siguiente! Y es que mi marido cuando se enfada, se pasa, pero ahí estoy yo para salvar a Mayte de su castigo, le mando a que le haga algunas carantoñas y al final le levanta el castigo.

Mayte ha sido desde pequeña bastante caprichosa, con eso de que era la primera se le ha dado todo lo que ha pedido y más, y si alguna vez le decíamos que no, berreaba y berreaba hasta conseguirlo.

A veces tengo que sentarme a hablar con Pablo y recordarle para qué están los padres, debemos sacrificarnos, no es bueno poner tantas normas a los niños, ya tienen bastante con las que le impondrá esta sociedad, por eso mientras vivan conmigo yo seré la que les pague todo y la que nunca les lleve la contraria, por ejemplo, el pequeño ha cogido ahora la manía de decir idiota a su padre cuando le pida que haga algo, y como yo le digo a mi marido, eso son cosas de críos, lo aprenden en el colegio, ya se le pasará y si no pues ¿qué más da? Como si te quiere llamar otras cosas, un hijo está para eso y si no, no deberíamos haberlos tenido.