Un viejo maestro
decidió visitar junto a su joven aprendiz la casa más pobre y destartalada de
la aldea. Allí malvivía una familia muy humilde con una sola posesión, una
vaca, cuya escasa leche les alimentaba malamente, pero les alimentaba al fin y
al cabo. El padre, hospitalario, les invitó a pasar la noche junto a su
familia. A la mañana siguiente, muy temprano, el maestro comentó a su
discípulo: “Ha llegado la hora de la lección”. Y el maestro sacó un largo
cuchillo y mató a la vaca. El joven se preguntó qué clase de lección le acababa
de dar su maestro: ¿Dejar a una familia sin su sustento?...
Un año más tarde, el maestro junto a su discípulo volvieron a la aldea y donde se encontraba la casa destartalada de la familia, encontraron una casa grande y bastante lujosa. Vieron salir de ella al padre de la familia, que no sospechaba que el maestro y su discípulo fueron los responsables de la muerte de su pobre vaca. El padre les comentó que aquella vaca había sido el sustento de su familia, pero que cuando vieron la vaca muerta, fueron conscientes de que tenían un grave problema y que algo tenían que hacer.
El padre les comentó que adecentaron una parcela de terreno junto a su casa, compraron algunas semillas, sembraron patatas y algunas legumbres para alimentarse. Al poco, dijo, producíamos más de lo que necesitábamos para comer, y así empezamos a vender el excedente. Con el dinero que ganamos compraron una casa más grande y más terrenos para producir más y más alimentos…
Mientras el padre de familia seguía explicando como había cambiado su vida, el joven discípulo se dio cuenta de que aquella vaca había sido el motivo que mantenía a toda la familia atada a una vida de conformismo, mediocridad y de falsa seguridad.
Un año más tarde, el maestro junto a su discípulo volvieron a la aldea y donde se encontraba la casa destartalada de la familia, encontraron una casa grande y bastante lujosa. Vieron salir de ella al padre de la familia, que no sospechaba que el maestro y su discípulo fueron los responsables de la muerte de su pobre vaca. El padre les comentó que aquella vaca había sido el sustento de su familia, pero que cuando vieron la vaca muerta, fueron conscientes de que tenían un grave problema y que algo tenían que hacer.
El padre les comentó que adecentaron una parcela de terreno junto a su casa, compraron algunas semillas, sembraron patatas y algunas legumbres para alimentarse. Al poco, dijo, producíamos más de lo que necesitábamos para comer, y así empezamos a vender el excedente. Con el dinero que ganamos compraron una casa más grande y más terrenos para producir más y más alimentos…
Mientras el padre de familia seguía explicando como había cambiado su vida, el joven discípulo se dio cuenta de que aquella vaca había sido el motivo que mantenía a toda la familia atada a una vida de conformismo, mediocridad y de falsa seguridad.
Dr. Camilo Cruz
Esta fábula nos sirve para
reflexionar sobre estar en una postura conformista y mediocre. Representa todo
hábito que nos impide crecer, y no tomar una decisión en nuestras
vidas.
Todos llevamos nuestras vacas a cuestas, algunas conscientes y otras no. Y aunque seamos conscientes, las seguimos cuidando y alimentado, ¿por qué? Pues porque las vacas nos instalan en una zona de confort.
Todos llevamos nuestras vacas a cuestas, algunas conscientes y otras no. Y aunque seamos conscientes, las seguimos cuidando y alimentado, ¿por qué? Pues porque las vacas nos instalan en una zona de confort.
Una vaca puede ser una excusa, o
bien un pensamiento ilógico que te paraliza y no te deja actuar. En ocasiones las
vacas toman la forma de falsas creencias que no te permiten utilizar tu
potencial al máximo. Las justificaciones son otro tipo de vaca que te paralizan
y no te dejan actuar. La razón es muy sencilla: mientras puedas justificar
algo, no te verás en la necesidad de remediarlo.
Muchas veces nos aferramos a
personas, situaciones o cosas, por comodidad, seguridad o conformismo. Nos
hemos convencido de que las cosas no se pueden cambiar, o que cambiarlas puede
ser demasiado difícil para nosotros. Un aspecto que hay detrás de esta actitud
es el MIEDO, que nos ‘ata’ a lo que nos da seguridad y nos impide avanzar en
otras experiencias distintas.
Entonces, ¿cómo hacemos para ‘matar a nuestra vaca’?
- Pensar que no tenemos nada
seguro. Lo que creemos que no va a cambiar (trabajo, salud, relaciones
sociales) puede dar un vuelco sin esperarlo y nos cogerá desprevenidos.
- Asumir que ‘matar a la vaca’
puede ser una tarea complicada, pero es necesario para obtener consecuencias
positivas.
- Confiar en nuestros recursos
personales y aprender a buscar ayuda en los demás.
“Es más valiente el que vence a sus miedos que aquel quien vence a sus
enemigos, porque la victoria más grande es sobre uno mismo”. - Aristóteles
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