María (otra maravillosa María), después de contarme, explicarme, la
situación en la que ha estado viviendo, de mucha infelicidad y dolor,
con un poco de tristeza y mucho cansancio, me dijo, “¿ves? no lo puedo
evitar. Actúo como me han enseñado a hacerlo, como esperan que lo haga y
lo más importante es que si no lo hago, si no actúo, como mi marido,
mis hijos, mis amigos, compañeros y todos esperan que lo hagan, me
siento mal, y me siento culpable. Soy mi peor enemiga”.
Ciertamente no ha sido, la tuya, una educación muy liberadora. Ya que
una cosa son los valores de respeto, tolerancia, integridad, etc.., y
otra muy distinta es la de la culpabilidad, la autocrítica excesiva, y
sobe todo hacer que las opiniones y necesidades de los otros valgan más y
sean más importantes que las tuyas.
Me decías, que si no haces lo que ellos esperan, te sientes mal. No
puedes asumir el malestar que puedes causarles, que si tu no lo haces,
ellos no tendrán lo que buscaban o necesitan. Por lo tanto, no eres una
“buena” madre, esposa, amiga, compañera, etc. ……
La instrucción recibida te ha marcado en unos roles muy
predeterminados, con características, obligaciones y responsabilidades
específicas. Por supuesto hay libertad para las nimiedades, pero no
para lo esencial. Y lo esencial es la forma profunda, los patrones,
criterios y conceptos sobre los que edificas tus roles. Está claro,
debes hacer lo que se espera que hagas.
Pero lo más importante es que si por alguna razón, ya sea por causas
propias o ajenas, no cumples como crees que debes cumplir, se ha
introducido un elemento de control perfecto. Un mecanismo poderoso y
eficaz, llamado CULPA.
La culpa es un elemento de control importante dentro de la formación.
Asociada a los valores de todas las religiones, incluso hay una oración
que especifica: por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa……..
está claro que tienes que haber hecho algo muy grande o tremendo para
sentirte muy culpable. (Si Hitler, con todo lo que organizó, no se
sintió culpable, tú que no has hecho nada…) Es una forma de control y
sirve para que las personas sean menos libres, creativas y originales.
Ya que si me siento culpable, haré todo lo posible para no sentirme así.
Finalmente le pregunte a María, si estaba dispuesta a cambiar, o al
menos intentarlo. Y quedamos que debería dar espacio a la Nueva María. A
partir de ahora, y ante cada situación podría elegir entre el
comportamiento de María (la antigua) o proponerse un cambio y
preguntarse como actuaría la Nueva María, y actuar en consecuencia. Le
advertí de que tendría que ser paciente y persistente, hasta lograr que
al final ocho de cada diez sean la nueva María.
Pero para conseguir que la nueva María emerja y brille con luz
propia, es imprescindible que toda la educación culpabilizadora esté
profundamente superada. Es vital que las sensaciones y sentimientos de
culpa no controlen, modulen o influyan en la nueva María.
Por eso, amiga María, cambiar es un trabajo muy duro, que requiere
una práctica constante e intensa, pero en el propio resultado se
encuentra la recompensa. Así pues, saca a pasear a la Nueva María y vive
plenamente.