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miércoles, 28 de noviembre de 2012

CUANDO MI HIJO GANA, PERDEMOS TODOS. La derrota de los padres es la pérdida del hijo.



Los padres vienen desesperados, su hijo de 11 años hace casi un mes que no va al colegio. Según él, un día lo pasó mal por no ir al baño y ya no quiere ir más a clase. Lo han intentado “todo”, pero el niño se niega en redondo y no hay manera.
Cuando profundizamos, vemos claramente que desde siempre, el chico ha ido ‘por delante de sus padres’. Él toma las decisiones, ha aprendido a ‘negociar’ con ellos y al final se sale con la suya. Se convierte en una cuestión de ganar o perder.
Así, ha aprendido a evitar situaciones que le causan desagrado, como montar en ascensor;  cuando juega al fútbol y está cansado, hace que se lesiona y así salir del partido para poder descansar; y al final hasta no ir al colegio. Esto va causando una pérdida de seguridad y autoestima, que provoca continuar evitando y escapando y no enfrentar situaciones que requieren un esfuerzo, pero que a su vez permiten desarrollar competencias y habilidades necesarias, sobre todo en un niño de su edad.
Las cosas no pasan de un día para otro sin más, son resultado de un proceso, a veces muy largo, en el que se van sentando las bases de una interrelación y aprendizaje, adaptativos o no. Si a un niño no le marcamos un mínimo de señales e hitos para que vaya por un camino de desarrollo personal, él va a elegir su propia senda y va a ser la más cómoda, pero no la mejor.
Por eso, si le dejamos el poder a él, nos perjudicará  a todos, y todos  perderemos.