Todo empieza cuando chico descubre una compañera de colegio, él 15 y ella también, o sea diferencia de madurez.
Obviamente los procesos de inicio son siempre bastantes parecidos, acercamiento, emociones, propuestas, rechazos, acercamientos, toques, palabras, propuestas, distancia, más toques, más palabras y así hasta que se ha cumplido todo el proceso de acercamiento, donde las palabras toman forma de declaraciones, propuestas y sobre todo expresiones de fuerte contenido emocional, que llevan a cambiar los toques por contactos dejando la distancia intermedia reducida a la nada.
Y es a partir de ahí cuando empieza para él el sufrimiento. Ella empieza a administrar de manera eficaz los toques, las presencias, las palabras y sobre todo los contactos. “…..No me llames, espera a que yo lo haga…..”. El espera con el teléfono en la mano todo el día, incluso pendiente en la noche, no lo apaga, “…..no vaya a ser que se le ocurra llamarme y si no contesto se molestará mucho….” y entonces hay riesgo de que rompa definitivamente.
Ella, “…. este fin de semana tengo muchas que hacer, no podemos quedar para salir…., pero si tú sales…..”. Y así un fin de semana, otro y otro.
Lo importante, de vez en cuando, de manera intermitente, una llamada, una sonrisa, un toque y nunca un contacto, aunque a él le parece que el toque le puede llevar a un contacto.
Entre un día y otro, van para año y medio, él intentando obtener una palabra, una mirada, un toque y ella, administrando la palabra, la mirada y el toque de manera intermitente en función de lo que quiere que él haga. Si me esperas media hora y si no te enojas, cuando nos veamos te sonrío, te hablo. Ese mensaje no es explicito, está implícito en la relación. Poco a poco ella va ganando toda la seguridad que él va perdiendo.
Ella refuerza su autoestima en la medida que él se debilita. Ella controla, él obedece con tal de obtener en algún momento una mirada, una sonrisa, una palabra agradable, son sólo críticas y reproches que es lo que recibe ahora, lo hace delante de los compañeros y compañeras. Ella es fuerte, se burla, él sufre, se calla, se humilla y de vez en cuando consigue algo de valor y le pide que no actúe con él de esa manera, ella lo niega, le sonríe y le recuerda que es muy susceptible y que no es así. Él se conforma y vuelta a empezar.
Año y medio, ella en dos oportunidades le ha dejado, él ha sufrido, ella le ha perdonado, donde no había nada que perdonar, y ha vuelto con él. Él feliz, convencido de que no debe volver a hacer lo que hizo, como pedirle un poco de tiempo juntos, ya que eso es un error, ella debe ser libre y estará con él cuando quiera, que él no puede forzar la situación, ahora es mejor demostrar más paciencia, no vaya que vuela a romper. Y rompió otra vez y otra vez él sufre y al final después de pedirle, implorarle, ella le hace un favor y vuelve con él. Ahora feliz, es claro que debe tener más paciencia y conformarse con lo que le da.
Intenta aceptarlo, comprender, pero algo no funciona, no se siente bien, a veces la odia desearía no estar pendiente de ella, pero es más fuerte su sentimiento o necesidad, sin ella no pude vivir.
Después vuelve a justificarla, durante un tiempo se calma, hasta la siguiente vez, que normalmente es cuando se establece alguna interacción con ella. Y vuelta al sufrimiento.
Los padres de él, no saben que hacer, cómo actuar ahora. Al principio, fue novedoso: “…nuestro chico ha crecido, está saliendo con una chica…”, se ocupa más de su apariencia de lo que hizo nunca. Nueva ropa, nueva imagen, nueva sonrisa, nuevas respuestas y nuevas preocupaciones.
Qué bien, está actuando con madurez, se ocupa y se preocupa. Nosotros apoyamos, le colaboramos, le orientamos y todos somos felices.
Después de un tiempo, algunos meses, vemos que no está bien, ha dejado de sonreír, comenta muy poco sus salidas, está más delgado, está cambiado, cada vez se ocupa más de su imagen, cada vez más tiempo en el ordenador, en el chat. Más tiempo en el teléfono, ha bajado su rendimiento escolar, si sigue así puede que no apruebe el curso. Están preocupados, hablan con él, y se compromete a estudiar y lo hace, con dificultad aprueba el curso, pero sigue sufriendo.
Verano con altibajos, alegría por una llamada o un encuentro, días obscuros, no le ve, no la escucha, no sabe de ella nada. Ella, llamadas breves, casi siempre con reproches y críticas, incluso aquello de “…tu madre me mira con mala cara…” , no creo que tus padres comprendan lo nuestro. Él no, que no han dicho nada, que les caes bien. Ella “….sí, eso te dicen, pero yo he visto unas miradas…. al final, es que no te conocen, pero cuando lo hagan te querrán como yo…”
Vuelta al cole, la cosa no parece que vaya a cambiar, los padres: “vamos a buscar ayuda” .
Entre otras cosas sobre el comportamiento humano, se les explica el valor e intensidad del “Refuerzo Intermitente”. Se asombran, lo comprenden y planifican un plan de ayuda, para que él “pueda cambiar el programa” y ganar confianza e independencia.
Lo primero, es que debe dejar de ser intermitente, por ahora es imposible que deje de ser refuerzo. Para eso vamos a invitarla a casa, a merendar, a cenar y si fuera posible a desayunar. Segundo, no opinamos nada, ni a favor, ni en contra, siempre amables y muy correctos. Que él vea una actitud positiva, que los padres estamos abiertos y dispuestos a estar con ella, no sólo cuando ella quiera, sino en todo momento. Si ella no quiere venir, no es por nosotros, sino por ella, “libremente”. Tercero, nos ocupamos fundamentalmente de sus estudios, sobre eso vamos a dirigir todos los esfuerzos y además ayudarle.
Tres semanas. Ellos han seguido con bastante sentido común las propuestas de acción, y poco a poco la situación ha ido cambiando. Él, empezó discutiéndole, no estoy de acuerdo, a mí me gusta la camiseta, estoy bien…. Y así paso del temor a decirle algo al no estoy seguro, creo que no está bien. Tiempo de distancia y alejamiento de él, pero no de ella. Cuando ve que le pierde, cambia de estrategia, ahora está cariñosa, dispuesta, cercana, muy cercana. Ha cambiado el diálogo, del “no si podremos vernos”, al “me gustaría mucho que vinieras a pasar el fin de semana en mi pueblo…”. Tremenda tensión para él, entre lo que debe hacer, partido su equipo de futbol juega, pregunta a sus padres qué les parece, ellos…”lo que tu consideres adecuado”, él “no estoy seguro si la quiero…” …Al fin no queda.
Ella muy insistente, “…si de verdad me quisieras deberías escaparte…”, “...te dejas influir mucho por la gente...”. Estás hablando de mis padres, no es cualquier gente. Discusión y respuestas que nunca había sido capaz de decirle o replicarle.