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miércoles, 2 de marzo de 2011

HISTORIA 4


Ella estudió Derecho por vocación, se dedicó mucho a ello. Por eso en el mismo “mundillo” le conoció a él, que al final se hizo juez. Se casaron y nació su hijo, igualito a él. Ella empezó a trabajar para una gran empresa y pronto consiguió un cargo importante. Este puesto le obligaba a viajar mucho, y como compañero de viaje a menudo iba su jefe. Pasaban muchas horas juntos, sintonizaban bien, y al final “pasó lo que tenía que pasar”, según ella. Él también estaba casado, y además con una posición social importante, aun así insistía en que su matrimonio ya no funcionaba. Ella al final terminó separándose, y no de una forma muy tranquila. Desde entonces, su vida ha sido un ir y venir de emociones, positivas y negativas. Sobre todo al principio, los viajes estaban llenos de pasión, y lo pasaban bien. Luego, de vuelta a Madrid, “como si no hubiera pasado nada”, cada uno en su sitio, y sólo se limitaban a la relación profesional, aunque siempre con una dosis de complicidad. Ella lo pasaba mal, intentaba encontrar huecos para un abrazo, el ascensor, el aparcamiento..., pero él no cedía mucho más. Después de un tiempo, en algunos viajes, él también se había mostrado distante, alguna vez quiso que siempre fuera así, pero los dos volvían a “caer”. De nuevo en Madrid, el “no ha pasado nada”. Ella sabía que no había posibilidad de cambio por parte de él, y la situación siempre iba a ser así, debía decidir si la aceptaba o no. Mientras, el tiempo pasaba en esta incertidumbre; sus amigos más cercanos le aconsejaban que se olvidara del asunto y rehiciera su vida, alguna vez lo intentó, pero siempre pasaba algo con la nueva pareja y nunca terminaba de ‘cuajar’. Así, nunca se liberaba de esa ansiedad que le atormentaba, y que centraba su vida, deteriorando a veces la relación con las personas de su entorno. Y así sigue...

REFLEXIÓN

Al igual que en el resto de nuestras Historias, volvemos a hablar de REFUERZO INTERMITENTE. Ella se aferra a vivencias intensas, pero ocasionales, que le llevan a persistir y a esperar que siga dándose lo que espera, aunque sea en dosis pequeñas. Esto no le permite “resetear” la situación y mirar hacia delante, que es lo que necesita, para liberarse del sufrimiento continuado en el que vive. Esas pequeñas dosis terminan siendo más fuertes que el desgaste, cada vez mayor, en el que está inmersa.